Geovany tiene un largo historial en el departamento de operaciones portuarias de Chiquita Brands en Limón.
Comenzó hace 13 años como lavador y fue ascendiendo de puesto: conexión, coordinador y, finalmente, supervisor de personal.
La empresa le dio la oportunidad de superarse y la aprovechó. Nunca pensó que todo esto terminara así.
“A partir del viernes 1 de marzo comenzaron a sacar contenedores de la terminal. Continuaron hasta las 4 de la mañana del domingo cuando terminé mi turno.
La noticia de que ya no iba a ser trabajador de Chiquita me llegó el mismo domingo por WhatsApp. Fue un golpe duro, más con el desempleo que hay en Limón.
Lo primero que pensé fue ¿cómo le doy la noticia a mi familia? Y ¿qué hago ahora? Luego reaccioné y me puse en contacto con mis compañeros y con el sindicato”.
Geovany recuerda que fue una de las noches más difíciles en su vida, y no sólo para él.
“Todos tenemos familias y deberes que cumplir. Yo tengo tres hijos estudiando, no sé cómo voy a hacer. Fue una noche terrible”.
El lunes, Geovany salió temprano rumbo a la terminal. El ambiente trasudaba de tristeza.
“Llegar y hallar los portones cerrados con candados y cadenas, y que le digan a uno que no puede ingresar porque ya no trabaja ahí, fue muy duro.
Afortunadamente estábamos organizados y el sindicato actuó muy rápido.
De no haber existido el sindicato nos hubieran tirados a las calles y no hubiera pasado nada”.
Geovany asegura que el Estado es corresponsable de lo que está ocurriendo.
“No ha hecho nada. Siquiera se ha pronunciado para condenar los despidos ilegales de Chiquita.
Está mandando unos fondos para medio paliar la situación de los desempleados, pero nosotros necesitamos trabajo y que se respeten los derechos.
A Chiquita le diría que fuera más honesta con sus trabajadores y trabajadoras. No tuvieron la decencia de mirarnos a los ojos y hablarnos con la verdad.
Nos engañaron y nos tiraron a las calles como perros. Esto da vergüenza”.
En Limón, Giorgio Trucchi – Rel UITA