Roy se sienta en las gradas, a la par mía. Luce cansado, pero tiene una mirada decidida. Mira a su alrededor, sacude la cabeza, se acomoda la gorra.
Tiene 52 años. Todavía no cae en cuenta que la empresa a la cual ha entregado sus mejores años le haya podido clavar una puñalada trapera, lanzándolo a las calles, junto a sus compañeros y compañeras, sin siquiera tener el valor de mirarlos a los ojos.
“He trabajado en Chiquita durante casi 26 años, los últimos 5 con los brasileños que adquirieron la compañía. Me he desempeñado en varios trabajos: cortinero, misceláneo, despachador y en logística.
Sé que lo he hecho bien y que no es justo lo que está pasando, pero en este momento sólo logro pensar en qué voy a hacer a partir de ahora con mis hijos, con mi familia.
Tengo seis hijos y para algunos de ellos tengo que pagar pensión alimenticia. ¿Cómo voy a hacer ahora? Si no tengo dinero voy a parar a la cárcel. ¿Qué va a ser de ellos, de nosotros?
Estos señores de Chiquita no piensan en los demás, solamente piensan en su beneficio”.
El domingo 3 de marzo, Roy se reunió con su hija que vive y estudia en San José para festejar el cumpleaños. Mientras estaban comiendo recibió un mensaje por WhatsApp, pero no quiso abrirlo. Quería disfrutar el día con su familia.
“Fue un gran día. Cuando llegué a la casa me acordé del mensaje, lo abrí y vi que estaba despedido. El mundo se desmoronó. El lunes llegué temprano al trabajo y los portones estaban cerrados con candados. Fue humillante. Somos seres humanos y merecemos respeto.
Mirá el dossier:
Chiquita es una marca reconocida a nivel mundial pero perdió su dignidad. No por ser poderosa y con dinero puede jugar con la vida de la gente. Y si el gobierno sigue con esta actitud timorata va a ser cómplice de esta barbaridad”.
Roy considera muy importante el hecho de estar organizados.
“En medio de tanta indignación y preocupación para el futuro, el hecho de estar organizados y tener un sindicato ha sido un elemento fundamental. En estos días he visto con mis propios ojos cómo nos han apoyado y defendido.
Junto al Sintracobal vamos a ser como David desafiando a Goliat. El sindicato y las organizaciones que nos respaldan son las únicas armas que tenemos.
A los dueños de Chiquita quisiera poder mirarlos a los ojos y decirles que tengan un poco de vergüenza y aprendan de la humildad, la entereza y la dignidad de quienes han lanzado a las calles”.