Ana Rosa tiene 28 años y desde hace poco más de tres viene padeciendo una dermatitis alérgica que en un principio fue tratada por el propio médico de la compañía como un mal pasajero.
“El médico de la empresa me recetaba antialérgicos, inyectables y ungüentos para la piel que cesaban momentáneamente pero no me curaban”, cuenta Ana Rosa.
Trascurridos casi dos años sin notar mejorías en su salud y sin que los tratamientos indicados surtieran efecto, el médico de Dole le dio pase a un dermatólogo y este, luego de conocer el historial laboral de Ana Rosa, la derivó al Instituto Nacional de Seguros (INS) como un caso de riesgo laboral.
“Me hicieron un test de alergia y los niveles excedían en mucho lo normal. Ya en el INS asociaron mi alergia a la exposición de los agroquímicos en las plantaciones de piña donde trabajo y me dieron una recomendación para cambio de área”, relata.
La trabajadora fue reubicada en el sector de jardinería de la empresa.
“Luego de un año el INS no cubre el seguro médico de atención dermatológica, y por eso me volvieron a derivar a la Caja de Seguro Social sin haberme curado”, explicó.
Tras un año y medio de trabajar en jardinería, Ana Rosa comenzó a padecer dolencias lumbares, que, en ocasiones, hasta le impedían caminar. Ante este nuevo cuadro, Dole la envió a sus especialistas porque dudaba de la veracidad de los padecimientos de Ana Rosa.
“En esa consulta el especialista me dijo que no debía agacharme ni levantar peso. El diagnóstico reveló una hernia de disco”.
El médico ordenó una nueva reubicación de la trabajadora, en este caso en el área administrativa, pero Dole lo rechazó y la mandó al paro.
Ana Rosa cuenta que tiene un hijo a cargo y tres sobrinos a los que debe ayudar a mantener.
Su madre es diabética y también necesita su ayuda. Sus dolencias, comprobadamente causadas por su exposición a agrotóxicos en las plantaciones de piña, hacen que quedarse sin trabajo no sea una opción y por eso reivindica que la empresa la reubique en el sector administrativo.
“Creo que por ser dirigente sindical me están poniendo estas trabas, me están negando el derecho a trabajar y poder mantener a mi familia y continuar con mi tratamiento médico. Como estoy enferma me quieren botar, pero aún puedo trabajar, tengo el certificado médico que dice que en tareas administrativas lo puedo hacer”.
La dirigente también señaló que el suyo no es un caso aislado en las plantaciones de la Standard Fruit Company (Dole). Es numeroso el personal que sufre enfermedades que se vuelven crónicas.
“Las compañeras en el campo padecen de infecciones urinarias debido a que los baños están a largas distancias, y los que hay tienen unas pésimas condiciones de higiene, lo que hace que muchas deban orinar entre las plantaciones, exponiéndose también a los agroquímicos usados, que permanecen en el suelo y se expanden con el calor y el vapor”, dice.
Ana Rosa denuncia que otras trabajadoras sufren alergias similares a la suya y hay casos de varones que tienen insuficiencia renal crónica. Por supuesto que la empresa niega cualquier responsabilidad y exige que se pruebe la correlación entre las enfermedades y el trabajo.
Esa es la lucha que tienen ahora.
“Quedo muy agradecida a la Rel UITA que se hace el tiempo para dar a conocer nuestro problema y denunciar el drama que vivimos los que enfermamos trabajando”, subrayó.
El próximo 8 de febrero se realizará una reunión en el Ministerio de Trabajo en la que se abordará la condición de salud de Ana Rosa. Su sindicato, SINTRASTAFCOR, y la FENTRAGH están organizando una campaña internacional para que Dole reintegre a la trabajadora.
La Rel UITA apoya y participa de esta campaña.