-Esta reunión del CEL en Buenos Aires, tuvo a Brasil como uno de sus centros, por la importancia del país en la región y por la dimensión de los cambios que se vienen. Dijiste que ante esta situación no hay margen para el error.
-Tenemos que ser muy precisos. El movimiento sindical y social, sobre todo las organizaciones sindicales, debemos continuar nuestra resistencia ante lo que se espera del gobierno que asumirá en enero, que por el discurso que pregona no será nada favorable a la clase obrera.
Pero no estamos en una situación favorable y debemos administrar muy bien nuestras fuerzas, saber bien dónde y cómo golpear.
Un punto en el que sin duda hay que insistir es el de la reforma laboral, combatiendo todos aquellos puntos que están provocando una profunda regresión de los derechos sociales.
Tendremos que hacer hincapié en lo nociva que es esta reforma para los salarios de los trabajadores y trabajadoras, sobre todo para los rurales, que verán sus ingresos reducidos.
Por otro lado vamos a tener que luchar para frenar la reforma de la seguridad social, que también sería muy lesiva no solo a los trabajadores sino al Estado, que a la larga tendrá que afrontar los costos que resulten del déficit de los aportes al sistema previsional.
Es necesario que haya una conciencia de que la valorización del trabajo y de los trabajadores valoriza y mueve la economía de un país.
-Hablabas de un movimiento social perplejo ante la nueva situación política.
-Sí, sin capacidad de digerir aún que Jair Bolsonaro será el presidente. Se trata de alguien cuyo discurso va a contramano de los movimientos sociales, a los que define como terroristas.
En ese sentido cualquier dirigente social, líder comunitario o defensor de los bienes comunes que se atreva a hacer oposición a lo que el presidente considere lo mejor para el país, podrá sufrir todo tipo de represalias.
La libre manifestación está prevista en la Constitución y es necesario que todos seamos conscientes de que la democracia no termina con el pleito electoral sino que debe ser asegurada y respetada por el presidente electo.
-Bolsonaro ha llenado su gobierno de militares y afirmado que no tendrá problemas en reprimir al movimiento social.
-Hay que creerle. Ese ha sido su discurso y es muy probable que se proponga concretarlo.
En ese plano, la anunciada eliminación del Ministerio de Trabajo no sólo tendrá consecuencias nefastas sobre la protección de los derechos laborales.
Al dividirse la cartera, el Ministerio de Justicia pasará a manejar los denominados “certificados sindicales”, que contienen información detallada sobre los dirigentes: nombre, dirección, teléfonos, documentos.
Esos datos podrán ser usados en caso que alguno de los dirigentes participe en manifestaciones derivadas de conflictos sindicales.
Basta con mirar hacia lo que está viviendo ahora Francia, o recordar lo que vivimos en Brasil el año pasado, cuando la Policía Militar arremetió contra manifestantes contrarios a las políticas del gobierno pero que de ninguna manera podían ser acusados de actos terroristas o criminales.
Esas manifestaciones eran resultado de la libre expresión de movimientos que reclamaban mejoras sociales para las minorías o sencillamente protestaban contra medidas que consideraban injustas.
-Decías en el CEL que habría que marchar en Brasil hacia formar un frente de defensa de la democracia, que nuclee a los movimientos sociales y sindicales. ¿Es posible una coalición de este tipo en la realidad actual del país, con un movimiento social en estado de “perplejidad” y dividido?
-Considero que esta es nuestra única salida. La unidad de los partidos de izquierda y de los movimientos sociales sería la única forma de poder enfrentar este gobierno, que promete un retroceso sin igual en cuestiones sociales y laborales.
Esta reunión de la UITA es un ejemplo de acción conjunta. De acá salimos con el compromiso de una misión internacional que convoque a trabajadores y trabajadoras para avanzar en un frente de acción común.
-¿Cómo lograr este objetivo teniendo en cuenta la polarización de opiniones, incluso dentro de la izquierda y el movimiento sindical, sobre la gestión de Lula y Rousseff y las prácticas del PT?
-Acostumbro a bromear con esto: si no nos une el amor que nos una el espanto o el dolor.
Estos son tiempos de dejar de lado nuestras diferencias y enfocarnos en lo que tenemos en común, buscar la unidad, pensar que lo que está en riesgo es la soberanía del país, el futuro de las minorías étnicas como los indígenas, que estarán completamente vulnerables.
Como clase obrera comprometida y solidaria no podemos mirar sólo hacia nuestros problemas, tenemos que abrir el abanico a todos los actores sociales que se vean particularmente atacados por las políticas del nuevo gobierno, unirnos en un gran frente para resistir y combatir.
No hay magia, hay lucha.
En Buenos Aires, Daniel Gatti