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40ª Reunión CEL UITA
Con Héctor Morcillo

Macri, un Bolsonaro sin galones

La única diferencia entre las políticas que ya está aplicando el gobierno argentino y las que proyecta el presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro es que Mauricio Macri no es militar, dijo a La Rel Héctor Morcillo, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Alimentación de la provincia de Córdoba e integrante del Comité Ejecutivo de la UITA.

Argentina y Brasil formamos parte del mismo diseño. Es tan grave la situación en Brasil como lo es en Argentina”, destacó Morcillo durante la última reunión del Comité Directivo Estratégico de la UITA, el jueves 6 en Buenos Aires.

“Desde la crisis de 2008, los grupos más concentrados han definido una política de acumulación y de extracción de riqueza que evidentemente repercute en el conjunto de América Latina.

Para colmo, se da con las mismas recetas de los 70, de los 90, de 2000: lo único que les interesa es que a los estados les sobre plata para poder pagar la deuda externa”.

El gobierno de Mauricio Macri, mintiendo, está haciendo lo mismo que Jair Bolsonaro anunció claramente – “sin mentir, eso hay que reconocérselo”- para Brasil, señaló Morcillo.

“Después de decir que iba a controlar la inflación, que los trabajadores no iban a pagar el precio de la crisis, que iba a haber paritarias libres, el presidente argentino se desdijo y benefició a los sectores concentrados de la economía, la inflación se disparó, alentó políticas antisindicales, aumentó impuestos, privatizó servicios”.

-Hizo creer, en paralelo, que la sociedad era la culpable del déficit fiscal.
-Sí, dijo que el Estado gastaba más de lo que podía, y que debía recortar gastos en rubros como la educación, la salud, la vivienda…

De un país desendeudado, que se había salido de las “ayudas” del FMI, Argentina pasó a tener bajo Macri entre 150.000 y 180.000 millones de dólares de deuda y el Fondo Monetario Internacional se ha instalado aquí: nos dice en qué tenemos que gastar, en qué no, y hemos perdido soberanía.

Casi todo el dinero que vino del Fondo fue al circuito especulador, a la timba financiera, casi nada al circuito productivo, y para devolverlo hay que eliminar los planes sociales, bajar los salarios, privatizar empresas públicas.

La última inflación pulverizó los salarios. Pasamos de tener unos salarios reales promedio de los más altos de la región, de cerca de 1.200 dólares, a apenas 400 dólares, por debajo de muchos otros países de esta zona del mundo.

-Con todo en Argentina se pudo frenar, por el peso de los sindicatos, una reforma laboral similar a la que se estaba aplicando desde antes en Brasil.
-Sí, después de una pelea en las calles, de huelgas generales y de 500 toneladas de piedras que los diarios contaron que fueron lanzadas sobre el Congreso.

No defiendo la violencia, pero a veces son necesarias esas reacciones.

Una reforma encubierta

Macri quiso aplicar primero la reforma laboral española, luego la italiana y después la francesa.

Todavía no pudo, pero está circulando ahora un anteproyecto de ley que supuestamente favorece la igualdad de oportunidades y por detrás modifica la ley de contratos de trabajo y precariza el empleo.

Cuando uno escucha al ministro de Producción y Trabajo decir que el mercado laboral en Argentina sigue siendo rígido, sabe que lo que se viene es la eliminación de los sindicatos únicos por rama, la unicidad de los convenios, las grandes herramientas que todavía disponen los sindicatos argentinos para defender el salario.

Si se aprobara, por ejemplo una ley que promoviera las negociaciones salariales por región, en aquellas zonas con menor densidad demográfica los ingresos de los trabajadores y trabajadoras se desplomarían.

Hoy, por igual labor, un trabajador de la provincia de Santiago del Estero cobra lo mismo que otro de Capital Federal gracias a los convenios colectivos únicos de alcance nacional.

Todas las reformas laborales en el mundo han debilitado las negociaciones colectivas y favorecido los convenios individuales, lo que lleva a la desprotección de los trabajadores.

No hay país que caiga bajo el control del FMI -sea Argentina, Brasil, la Nicaragua supuestamente sandinista-, que se salve de esa norma.

Y viene la represión. Bolsonaro ya la anticipó, y aquí ya se produjo y se va a profundizar, porque en cualquier momento la cosa va a estallar.

En Argentina, con su historia de lucha, en algún momento el movimiento obrero va a poner límites.

Hoy estamos poniendo parches. Firmamos las paritarias, en tres meses vamos a tener que firmar otras, pero cuando se pretenda, como va a suceder, cortar y fraccionar los convenios, quitarles recursos financieros a los sindicatos, ahí va a haber una gran pelea y va a haber una gran resistencia.

En el norte, tal vez se venga algo similar.

-Fue uno de los puntos en que más se insistió en esta reunión de Buenos Aires: el de la “unicidad de las luchas”.
-Sí, los compañeros de Estados Unidos nos plantearon coordinar más con los latinoamericanos porque ven que deben hacer frente a problemáticas similares. No lo habían visto tan claramente antes.

Salarios, políticas restrictivas a la acción de los sindicatos, creación de gremios amarillos, extensión del poder de las transnacionales, globalización, pérdida de peso de los Estados: son todos temas comunes.

Cada vez más el capital está volviendo a principios de siglo: se acabaron las ocho horas, los convenios colectivos, vale más la negociación directa entre trabajador y patrón…

Cuando esto se da en un marco de desempleo rampante, evidentemente quien va a imponer las condiciones es el capital, aquí o en Europa.

Desconcierto

-El otro marco general es que mientras las derechas y los sectores empresariales tienen claro lo que quieren no se puede decir lo mismo en el otro campo, ni siquiera en el movimiento sindical.
-En los sindicatos hay un gran desconcierto y hasta una actitud permisiva.

Yo no creo tanto en los procesos unitarios formales, pienso más en la unidad en la acción, y pienso que lo debemos hacer es identificar cinco o seis ejes básicos de acción común aunque estemos en estructuras diferentes.

Y ver que las políticas del adversario son las mismas, aunque en un país como Brasil las asuma un gobierno con entonaciones militaristas, en Argentina otro supuestamente liberal y de centro o en Nicaragua uno que apela a la retórica sandinista.


En Buenos Aires, Daniel Gatti