Este 10 de diciembre se cumplieron 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un documento no vinculante para los estados pero que sentó las bases para la creación de las dos convenciones Internacionales de la ONU, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Sin embargo, luego de 70 años todavía estamos lejos de esta idea.
“Europa, que siempre fue nuestro ejemplo en términos de vanguardia civilizatoria y de defensa y respeto de los derechos humanos, a diario nos demuestra su crisis humanitaria al rechazar y deportar a miles de migrantes, cuando no dejarlos morir en el mar Mediterráneo”, recuerda Krischke.
“En las naciones cuna de la civilización occidental, crece y se impone la derecha más rancia. Entonces, los derechos humanos están en crisis en todo el mundo. En América Latina estamos un poco peor, nada más”, afirmó.
En nuestra región a menudo es el propio Estado el que más viola esos derechos.
“Estamos asistiendo a un retroceso profundo y brutal en todas las cuestiones referentes a los derechos humanos y esto se da en forma cotidiana. La criminalización de la protesta social en Argentina, el ataque sistemático a las minorías sociales o étnicas como los indígenas en Brasil, la falta de institucionalidad en Nicaragua y Honduras son ejemplos de ello”.
“Todas estas son situaciones comunes en los diferentes países y eso es lo que más me asusta”, dijo.
En Brasil, la falta de atención médica en los centros de salud es una de esas cotidianas violaciones a los derechos humanos. Hay gente que muere esperando ser atendida, señaló Jair.
Las milicias que más matan en el mundo son brasileñas, y este país tiene la población carcelaria más alta, solo por detrás de China y Estados Unidos. Sin, embargo tiene los mayores índices de inseguridad.
“La ausencia del Estado y de políticas sociales y culturales que cambien la matriz de violencia son causantes de esta paradoja. Ni siquiera la prensa se escandaliza o se horroriza ante esta realidad”, destacó el activista.
En enero próximo asumirá el nuevo gobierno de Jair Bolsonaro, que ganó las elecciones con un discurso de odio y haciendo apología de la tortura y las armas, algo nada alentador para los defensores de los derechos humanos.
“Bolsonaro colocará como ministra de los derechos humanos a una abogada y pastora evangélica; en el Ministerio de Agricultura, a una ruralista y en Medio Ambiente, a un defensor del uso de los agrotóxicos”, destacó.
Krischke cree que lo más prudente es esperar para ver cómo serán las políticas de derechos humanos del nuevo gobierno aunque no se augure nada bueno.
“En Brasil estamos como en el cuento de la tortuga en el pozo, sabemos que el balde va a golpearnos, lo que no sabemos es de qué lado va a venir”.
En Montevideo, Amalia Antúnez