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Luisa Cuesta

Una lucha que sigue

A los 98 años falleció el miércoles 21 Luisa Cuesta, una de las principales referentes de la Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. Buscó a su hijo durante más de cuatro décadas, sin encontrarlo.

Cuesta imaginar el dolor acurrucado en esos ojos
Cuesta pensar en 42 años de despojo
Cuesta entender el vacío en tu regazo y en tu falda
Cuesta creer que a tu lucha la verdad le dio la espalda.
Cuesta saber que apagó su luz tu aliento

Cuesta Luisa, ojalá los haya juntado el viento
(@Fefetheoriginal)

Frágil, pequeña, nerviosa, atropellada, Cuesta no faltó a casi ninguna de las marchas que todos los 20 de mayo desde 1996 se realizan en reclamo de verdad y justicia para los desaparecidos de la dictadura.

Por lo general las encabezaba, portando el retrato de su hijo Nebio Melo Cuesta, militante del Partido Comunista Revolucionario uruguayo secuestrado en Buenos Aires en 1976 en el marco del Plan Cóndor de cooperación entre las dictaduras. Desde 2015, cuando sufrió un accidente vascular, las seguía en un automóvil.

A ese hijo no dejó de buscarlo “ni un segundo” a lo largo de los últimos 42 años.

No era de trato fácil Luisa. Lo supieron sus compañeros y sobre todo sus adversarios, entre ellos los presidentes que se sucedieron desde la caída de la dictadura, en 1985.

A dos de ellos, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle les llegó a preguntar qué hacían asistiendo todos los años a los homenajes que las Fuerzas Armadas realizaban a sus “caídos” y donde se reivindicaba lo actuado bajo la dictadura.

“No van a nuestras marchas ni nos reciben a nosotros, pero sí van a los actos de los milicos”, decía.

También criticó a los dos presidentes progresistas, Tabaré Vázquez y José Mujica, por lo muy poco que llegaron a hacer en un tema caro que debería haberles sido especialmente caro como el de los derechos humanos.

Su temple le venía de muy lejos, de cuando teniendo apenas cinco años quedó huérfana y fue criada por su hermana en una ciudad del interior del Uruguay. A Nebio, su único hijo, lo crió sola.

Trabajó durante toda su vida, incluso en un taller mecánico, fue militante sindical y llegó a estar presa bajo la dictadura. Su hermano, el dirigente sindical comunista Gerardo Cuesta, murió como consecuencia de las torturas a las que lo sometieron en un cuartel.

Se exilió en Holanda y allí contribuyó a crear la Asociación de Familiares de Uruguayos Desaparecidos, funcionó en el exterior y tras el fin de la dictadura se unió con el grupo de familiares que había permanecido en el país.

Junto a otras “madres coraje” como Luz Ibarburu o María del Carmen “Tota” Quinteros fue la cara más visible del persistente reclamo por verdad y justicia.

Se indignaba por la debilidad del poder político ante militares que sabiendo lo sucedido con los desaparecidos o pudiendo saberlo ocultaban información o entregaban “carne podrida”.

En 2013 la Universidad de la República le otorgó un doctorado Honoris Causa y al año siguiente el Correo emitió un sello con su imagen.