En la primera vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República, Jair Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal, ha obtenido una victoria arrolladora, con el 46 por ciento de los votos, frente al 30 que ha obtenido Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores.
La segunda vuelta tendrá lugar en tres semanas y todo dependerá de las coaliciones y acuerdos a los que se pueda llegar con los partidos que no han pasado la primera vuelta.
Es previsible de todas maneras que gane Bolsonaro. Hay demasiados intereses en juego por parte del capitalismo brasileño y los poderes dominantes a nivel internacional para que ese sea el resultado.
La izquierda internacional debe poner la lupa en Brasil y anotar en letras rojas quién es este personaje.
Militar de profesión, capitán en reserva del ejército, se le conoce por las humillaciones que en sus comparecencias públicas hace a mujeres, negros, homosexuales e indígenas.
Se ha significado por su odio a la izquierda y en particular al Partido de los Trabajadores.
Es ultraderechista, violento, homófobo, machista, racista y defensor de la dictadura militar que se instaló en Brasil entre 1964 y 1985.
Lo apoyan los grandes capitales, una parte importante de la clase media y los sectores más vulnerables de la clase trabajadora.
Asimismo cuenta con el apoyo entusiasta y activo de la Iglesia Evangélica, de corte fundamentalista, que tiene un peso muy fuerte en Brasil. También lo apoya el ejército o su parte mayoritaria.
De su personalidad e ideología lo dice todo el hecho de que siendo diputado, cuando el Parlamento votó en 2016 la destitución de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil, del PT, dedicó su voto al coronel que torturó a la presidenta cuando fue detenida por la dictadura.
También la izquierda internacional, especialmente la europea, tiene que preocuparse y mucho con la situación política que estamos viviendo.
Con tonos y perfiles distintos pero coincidentes en cuestiones centrales antidemocráticas, nos encontramos gobernados por personajes y partidos políticos de ideología excluyentes o de ultraderecha en países como Estados Unidos, Rusia, Turquía, Filipinas, Italia, Hungría, Polonia, Austria, Eslovaquia.
Por no hablar de las dictaduras que aún asolan a muchos países y el auge de la ultraderecha que, incluso no gobernando, tiene, por primera vez, presencia en los parlamentos nacionales.
En la UE se cierne una espada de Damocles sobre la composición del próximo Parlamento Europeo.
Estas cuestiones deben ser situadas en el centro de nuestra actividad política y debemos tener una estrategia de ámbito europeo para cortar de raíz las tentaciones autoritarias que tanto desastre han causado cuando han conseguido imponerse.
Ellas sólo podrán ser combatidas desde un mensaje y una estrategia clara y no dubitativa de los valores que como izquierda y como socialistas tenemos y debemos implementar.
Ese es el reto, ese es el desafío que tenemos por delante si no queremos que los acontecimientos nos pasen por encima.