-¿Cuándo se constituyó el sindicato?
-En marzo de 2016, pero el ministerio tardó más de un año en darnos la personería jurídica.
Luego el alcalde pretendió infiltrar gente para desintegrar el sindicato. Nos dimos cuenta y logramos que esos infiltrados se fueran, pero al mes comenzaron los despidos.
Todos los integrantes del sindicato fueron entonces despedidos. La Federación Sindical de Trabajadores de la Alimentación, Agroindustria y Similares (Festras), a la cual nos afiliamos apenas nos constituimos, nos respaldó y ahora seguimos firmes.
Ya no somos sólo un grupo de compañeros de trabajo sino que nos hemos convertido en una familia: lo que le duele a uno le duele a otro, y estamos trabajando en equipo.
Con el apoyo de los compañeros de Festras hicimos manifestaciones dando a conocer la problemática que había entre la municipalidad y los trabajadores.
El secretario que teníamos en un primer momento, muy conflictivo, se fue, y las mujeres hemos tomado la batuta del sindicato, nos empoderamos y empezamos por tomar ciertas capacitaciones.
-¿Cuántos afiliados tiene el sindicato y de ese total cuántas son mujeres?
-Sobre una plantilla de 94 trabajadores 41 están afiliados al sindicato, 18 mujeres y 23 hombres.
Los compañeros no quieren ceder su poder por eso del machismo, pero también es cierto que en nuestro sindicato siempre se ha dado oportunidad a las mujeres.
El secretario es hombre, pero soy yo la que va a las reuniones con el alcalde.
-¿Lograron algunos de sus objetivos?
-Este año la municipalidad reintegró a dos compañeros, pero al mes los volvieron a despedir. Logramos que los retomaran otra vez. Hemos obtenido el reintegro de todos los compañeros que habían sido despedidos.
Hoy tenemos buena llegada a la justicia, nos escuchan.
Festras nos acompaña a las reuniones con el alcalde y nos asesora continuamente. Nos informó por ejemplo que los reintegros no estaban finalizados hasta que se pagaran los salarios dejados de percibir y lo reclamamos.
Hemos conseguido también que muchos de los compañeros que fueron reintegrados vuelvan a trabajar en sus puestos anteriores, cosa que no es fácil porque en general quienes son retomados sufren represalias y los dispersan.
-¿Cuál es la percepción respecto a años anteriores, cuando no había sindicato?
-Nos sentimos más protegidas, más respetadas.
Antes nos hacían trabajar hasta 12 o 15 horas, sábados y domingos, sin poder reclamar por nuestros derechos.
Estar organizados es una gran ventaja que muchos no veían. Los reingresos de trabajadores los logró el sindicato, y eso fue muy visible.
También es cierto que el respaldo que nos ha dado la Federación a nivel nacional e internacionalmente la UITA nos ha hecho sentir grandes.
En Guatemala, Gerardo Iglesias