El sábado hemos perdido una ocasión inapreciable para haber purificado el Congreso de la Nación. Por ahí iba la intención de la mayoría de los votos que nunca llegaron al Tribunal Superior de Justicia Electoral.
Con un estilo nuevo de robar la voluntad del Pueblo, las listas fueron cambiadas enteras y así hicieron el rekutú (reelecto) de personas indignas de estar en el poder legislativo.
Este sábado juraron en el Congreso. Espero que no lo hayan hecho delante de ningún crucifijo ni ejemplar de la Biblia. Y, tampoco, de la Constitución, que ellos deliberadamente han violado repetidas veces. Sería burlarse de estos nuestros símbolos máximos religiosos o democráticos.
Serán autoridades otra vez quienes se merecen el rechazo del pueblo paraguayo que los tiene que soportar por otros cinco años.
Ante todo, estar tristes porque nuestras mujeres y hombres, nuestros mayores y niños no se merecen este engaño y mal ejemplo.
Por supuesto, mostrar en privado y públicamente nuestro descontento y rechazo en todo el país por senadores y diputados que, antes de comenzar por su fraude, “ante Dios y ante el Pueblo” ya son demandados.
También unirnos para no dejarles pasar una, y con juicios populares escracharlos hasta que por vergüenza se decidan a renunciar.
Y, ciertamente, no permitir que bajo su mandato se cambie la Constitución y bajo su influencia, la nueva sea hecha a su imagen y semejanza.
Escribo todo esto y pienso en nuestro Pueblo. ¡Pobre Paraguay!
Y como una señal, de lo que va a venir, los que hicieron el rekutú ya son culpables de hacer un blindaje de sus privilegios aumentando irresponsablemente la jubilación o coimeando la soberanía de Yacyretá, en estos dos meses después de las elecciones fraudulentas.
He escrito sobre los parlamentarios corruptos. Confiamos que la minoría honesta que jure también se la juegue contra ellos.
Estamos a su lado.