-¿Por qué te involucraste en el tema comunitario?
-Comenzamos en 1999, cuando la situación era difícil por la violencia que predominaba en la zona rural. Necesitábamos de apoyo institucional para garantizar vías de acceso, proyectos productivos y saneamiento básico.
Nos juntamos entre varios vecinos, comenzamos a elaborar un proceso organizativo y nos unimos para mejorar.
-La violencia fue muy dura montaña arriba…
-Demasiado. Muchos campesinos fueron desplazados por los actores violentos o simplemente abandonaron sus tierras.
Muchas mujeres que quedaron viudas, ahora lideran sus fincas y hacen labores de campo con sus hijos.
Fue duro por la violencia y continúa siendo duro por la falta de apoyo de las administraciones locales y del propio estado.
-¿Y en tu caso?
-También mi familia fue víctima de la violencia. Entre 1991 y 1996 perdí a mis dos hermanos mayores.
No hay noche en que me acueste sin recordarlos.
A veces me pongo a pensar cómo sería mi vida si aún estuvieran mis hermanos, dónde estaríamos, que estaríamos haciendo y compartiendo. Uno queda con este vacío en la vida, algo que no se puede reparar.
-¿Cómo surgió la idea de organizarse?
-Comenzamos a organizarnos a partir del 2004 y desde el inicio tuvimos el apoyo importantísimo de Sintrainagro.
Sabíamos de su respaldo a los productores plataneros y con nosotros no fue diferente, cuando decidimos juntar voluntades y unirnos.
Uno de los grandes problemas que tenemos en la parte alta tiene que ver con los cultivos ilícitos, porque el campesino no encuentra en el sector agropecuario nada rentable.
-En México dicen que el campo sólo produce pobres…
-Aquí, en la parte alta hay más de 8 mil familias. Producir una caja de plátano o de tomate para ellos es muy costoso, porque sólo el flete cuesta entre 40 y 50 mil pesos (14 -17 dólares), mientras que la carga completa vale 50 o 60 mil (17-21 dólares).
Lo que sí es rentable para estas familias es el cacao, porque asegura mejores ingresos y mejor estabilidad económica. Una carga vale unos 600 o 700 mil pesos (entre 213 y 248 dólares).
Pero es un cultivo de tardío rendimiento. Por eso se requiere apoyo, para mantener el cultivo en los primeros dos o tres años, hasta que sea rentable. En ese período se necesita de un trabajo integral que incluya la asistencia técnica, que se lleva la mayor parte del presupuesto.
Las familias que han venido sembrando coca para sobrevivir ahora están perdiendo su producto a raíz de los operativos del ejército.
Arrancar estas plantas está bien, pero ¿de qué van a comer estas familias? ¿Con qué se van a sostener?
-La exclusión y la pobreza son las que llevan a la gente a plantar coca…
-Así es, y los proyectos que trae el Estado no solucionan nada.
El gobierno entrega unas semillas y no apoya en nada más.
También da créditos, pero al final lo que debería ser rentable para las familias se convierte en una deuda impagable.
Otro tema que nos preocupa mucho es el de la educación. El campesino siempre se enfrenta a la problemática de cómo hacer para educar a sus hijos.
Por otro lado, el relevo generacional es insuficiente en el campo. Los jóvenes sueñan con irse a las ciudades.
Cada vez que se abandona el campo se desperdicia la posibilidad de generar ingresos a los municipios a través de la actividad agropecuaria, y reduciéndose la actividad agropecuaria se genera más pobreza y más tierras improductivas y menos cultura agraria.
Estamos tocando la puerta a las autoridades para que nos ayuden.
-En esto Sintrainagro participa y colabora…
–Sintrainagro nos está ayudando a abrir espacios, a que nos escuchen, nos invita a reuniones y asambleas, nos da visibilidad.