-¿Cuántos trabajadores tiene el sector frigorífico en Sidrolandia?
-Aproximadamente 3 mil. Tenemos una planta de JBS que es donde se concentra la mayoría de ellos con más de 2 mil operarios; también existen otras agroindustrias del arroz, de aceites, las panaderías y un molino de harina.
Pero ahora en noviembre el gremio se verá incrementado en 600 trabajadores, ya que abrirá un nuevo frigorífico con capacidad para faenar mil cabezas de ganado bovino por día. Se llama Balbinos Agroindustria y ya tenía presencia en el municipio. Ahora hizo una inversión importante y remodeló su antigua planta.
-¿Cuál es el principal desafío para el Sindicato?
-La implantación de la NR. Su aplicación está prevista en diversas etapas y tiene plazos. Por lo tanto la primera tarea es la fiscalización de esa aplicación que es obligatoria para las empresas.
Ese proceso ya está en marcha. Incluso antes de que se aprobara la NR nuestro Sindicato junto con el de Forquilinha -Santa Catarina- habíamos obtenido mediante movilizaciones, e incluso huelgas, que se integraran al Convenio Colectivo cinco pausas por turno, no solo en el sector de frío sino también en otros como evisceración, etc., donde se realizan muchos movimientos repetitivos.
Ahora la gran lucha que debemos dar junto a la CONTAC y a la Rel-UITA es para disminuir el ritmo de trabajo, ya que si bien se están aplicando las pausas, o sea que en tres turnos hay 150 minutos menos de trabajo, en JBS, por ejemplo, la cantidad de pollos faenados sigue siendo la misma.
En 150 minutos se faenan 24 mil pollos, y si no hay un descenso de productividad significa que aumentó el ritmo de trabajo.
De todas formas, las pausas son percibidas por los trabajadores como un cambio muy positivo para ellos, y cuando por alguna razón no se aplican ellos mismos reclaman ante los jefes y vienen al Sindicato.
Antes veíamos que los trabajadores nuevos comenzaban a sentir dolores y debían retirarse lesionados a partir de los seis u ocho meses de trabajo, cosa que ya no ocurre.
Pero si no logramos que se ralentice el ritmo, comenzarán a enfermar a los 18 o 24 meses, pero van a enfermar igual. Esta acción es urgente, porque solo con pausas no resolveremos el problema de las enfermedades en los frigoríficos de Brasil.
Cuando el cuerpo se rebela
-¿Hay muchos casos de LER?
-Sí, muchos. El hospital municipal de Sidrolandia no tiene la infraestructura necesaria para atender correctamente a nuestros compañeros, y por eso los trasladamos hasta Campo Grande, distante 70 kilómetros de nuestra ciudad, donde tienen rayos x, ecógrafo, resonador magnético, etc.
En promedio llevamos ocho lesionados cada semana.
Hay unos cuantos que están definitivamente retirados o jubilados por la Previsión Social, incluso hay quienes se someten a cirugías de mano, codo u hombro con la esperanza de sanar. Desgraciadamente, no he visto que nadie se recupere con cirugía.
Es una situación muy difícil para ellos porque el frigorífico no los vuelve a emplear, y como somos una ciudad de 50 mil habitantes, todas las empresas y los comercios saben quiénes son los trabajadores lesionados, y es poco probable que les den trabajo porque para ellos representan un problema potencial.
La gente no quiere trabajar en los frigoríficos
-¿Existe la percepción en la gente de la ciudad de que trabajar en el frigorífico tiene consecuencias graves para la salud?
-Se ve claramente que hay muchos que no quieren trabajar allí, inclusive las empresas tienen dificultades para contratar trabajadores.
Todo el tiempo tienen un déficit de mano de obra. En el área urbana ya no consiguen, entonces van a buscar en las ciudades vecinas o en las aldeas indígenas. También vienen trabajadores de otros estados como Pernambuco, Alagoas… hay una migración interna fuerte. Por ejemplo, en los equipos de operarios que se desempeñan levantando los pollos de los galpones criadores, el 60 por ciento son nordestinos.
En el segundo turno en la planta de JBS, por ejemplo, el 80 por ciento de los trabajadores son indios terenas. La empresa los prefiere porque no reclaman, no se quejan de dolor y aguantan más que otros.
Y esto va a aumentar porque se percibe una migración permanente de indígenas hacia las ciudades para trabajar en las fábricas. Ellos están abandonados por el Estado y deben salir de sus aldeas porque a veces llegan a carecer hasta de agua.
-¿Cómo están los salarios en esta región?
-En la zona negociamos tres sindicatos juntos, como somos los de Carambé, Forquilinha y Sidrolandia. Eso nos ha permitido obtener incrementos salariales bastante por encima del promedio nacional.
Por ejemplo, en Sidrolandia, en el sector “muslos” de JBS, estamos en un piso algo superior a 860 reales (U$S 478), pero en Forquilinha están a 1.100 reales (U$S 374).
Igualmente estamos lejos de lo que deberían pagar estas empresas.
En Forquilinha, Gerardo Iglesias