Como sucede habitualmente en estos casos, “no hay sospechosos del ataque”, según informó el comisario Diego Araújo, y el de Resplandes es probable que se convierta en un nuevo crimen impune.
Apenas se produjo el ataque -cometido por dos hombres que se trasladaban a pie y remataron a su víctima de un disparo en la cabeza- compañeros del militante social llamaron a la policía y nunca fueron atendidos.
Resplandes fue asesinado en Anapu, la misma ciudad del estado de Pará en que la misionera estadounidense Dorothy Stang fue acribillada en 2005.
Se trata de una región amazónica que es escenario de conflictos por la tierra entre colonos y terratenientes que dicen ser propietarios de predios que en realidad pertenecen al Estado.
Además de ser defensor de los derechos humanos, Valdemir Resplandes era también trabajador rural y luchaba por acceder a la tierra.
Hace tiempo que vivía bajo la amenaza de que en cualquier momento podía ser objeto de un atentado.
“Soy una persona muy perseguida. Durante muchas noches en mi casa no pudimos dormir. Fuimos a la policía a denunciar lo que pasaba y se negaron a atendernos”, contó en una entrevista televisiva en 2017.
En septiembre del año pasado, tras el asesinato de la lideresa campesina Terezinha Rios y su esposo Aloísio da Silva, la Rel-UITA había enviado una carta abierta a autoridades del gobierno de Michel Temer en la que se preguntaba hasta cuándo.
“¿Hasta cuándo seguirán asesinando a los militantes y dirigentes sindicales y activistas que promueven la defensa del medio ambiente ante el avance desenfrenado de la codicia de los terratenientes y el agronegocio?”, decía el mensaje, dirigido al jefe de gabinete Eliséu Padilha.
“¿Hasta cuándo continuarán a merced del frenesí homicida de las fuerzas paramilitares y del sicariato?”
La respuesta nunca llegó.