Hace poco tiempo atrás, en un plenario latinoamericano que realizó la División, decíamos que, independientemente del lugar en que cada uno de nosotros estuviese viviendo, los problemas eran parecidos y enfrentamos a los mismos enemigos.
Eso se mantiene.
Pero quienes representamos los intereses de los trabajadores y trabajadoras estamos fallando y estamos perdiendo la pelea en el plano de ideológico y en el ámbito de la comunicación.
Si a estos gobiernos, cuyo comportamiento censuramos porque atentan contra los intereses del mundo del trabajo, los eligen los propios trabajadores y trabajadoras es porque están convencidos de que quienes eligen van a gobernar con la sensibilidad suficiente.
Por otro lado, las grandes corporaciones económicas y financieras se han globalizado. Las organizaciones sindicales, o por lo menos las entidades internacionales, tienen no solamente la responsabilidad sino también la obligación de globalizarse desde el punto de vista solidario y también desde el punto de vista de la comunicación y contenidos que difunden.
Los sindicatos tienen que actualizarse y adecuarse a una nueva realidad económica, financiera, social.
Una de las cuestiones que tiene que ver con el pensamiento globalizado es que los propios trabajadores y trabajadoras muchas veces renuncian a su calidad de tales y tienen otro tipo de pretensiones, o caen en la trampa tendida por las empresas y se consideran colaboradores.
No decimos que deban dejar de bregar por crecer desde el punto de vista personal, pero lo que nunca deben olvidar es su pertenencia a la clase obrera.
También se torna necesario que las organizaciones sindicales mantengan a nivel local, regional e internacional una activa custodia sobre los derechos logrados, porque el embate que se avecina será brutal.
Para eso se debe construir y sostener un contacto genuino con las bases, debemos hacer que los trabajadores y trabajadoras sientan que forman parte y son el sindicato.
El sindicato no somos los dirigentes sindicales, el sindicato son los trabajadores y trabajadoras. En la medida en que los trabajadores y trabajadoras tengan en claro que el sindicato son ellos y no los dirigentes, es imposible que puedan destruir a la organización.
A lo que apuntan fundamentalmente las grandes corporaciones es a desmantelar la creencia de que la organización sindical es la única herramienta que tiene el trabajador para forjar y cambiar su destino.
Consecuentemente, habrá que luchar por el triunfo de una organización nueva, en la que los conceptos de solidaridad, de respeto a la condición humana y de fraternidad ocupen el centro de nuestra reflexión y acción.