La pregunta crucial que debemos hacernos es ¿dónde está el trabajo infantil?, ¿dónde están trabajando las niñas y niños?
Creo que es por esa razón por la que estamos en este panel. En la UITA contamos con 429 sindicatos afiliados en 130 países, lo que nos permite tener una visión global sobre el trabajo infantil, en particular en sectores como la agricultura y los alimentos.
Las estadísticas indican que el mayor porcentaje de trabajo infantil sigue estando concentrado en la agricultura. El 71 por ciento de todo el trabajo infantil a nivel mundial está es ese sector.
En África esa cifra sube al 85 por ciento. Y si lo trasladamos a números extensos, algo así como 108 millones de niños y niñas trabajan hoy en el sector agrícola.
Esta es una realidad que rompe los ojos, lo decimos en todas las reuniones. Así que nos complace muchísimo que sea un tema central en este documento.
Pero ya es hora de pasar a la acción. Creo que es muy importante también reconocer que a veces las estadísticas referidas a las niñas pueden estar ocultas debido a la doble carga que sufren, ya que trabajan en las tareas de campo pero también en muchas tareas domésticas. Tareas en sus propias casas o para otros en las aldeas.
Repasando la intervención del director general de la OIT, veo que las recomendaciones ahí apuntan claramente a protecciones jurídicas, gobernanza del mercado de trabajo, protección social y acceso a educación de calidad.
Pero una de las cosas en las que me gustaría concentrarme es en lo que dijo sobre mitigación de la vulnerabilidad económica de los hogares.
A manera de ejemplo les voy a exponer el caso del sector del té en Assam en la India. Este es un sector laboral enorme. Hay miles y miles de trabajadores empleados en el sector, y muchos son mujeres.
La mayoría de las veces es muy difícil obtener cifras sobre el trabajo infantil en las plantaciones, si sucede o no sucede, no voy a entrar en eso acá. Pero lo que se ha detectado ahí es lo expuestas que están las niñas a la trata de personas.
Sus padres son pobres y buscan, seguramente con la mejor de las intenciones, distintas alternativas. Creen que estas niñas, sus hijas, van a trabajar como domésticas o prefieren que estén con un familiar más pudiente. Pero lo cierto es que claramente terminan cayendo en manos de traficantes. Y esto ha sido bien documentado en numerosas ocasiones.
Por ello las compañías de té han emprendido un programa conjunto que reconoce la vulnerabilidad de estas niñas, y lo que van a hacer es capacitarlas, dándoles habilidades para la vida, para que sepan cómo protegerse.
Reconocen los problemas de la deserción escolar, el matrimonio infantil y los casos más extremos de trata de personas y trabajo semiesclavo. Pero el programa no se refiere en ningún momento a la causa de fondo de esta situación. Y la causa de fondo es, llanamente, que sus padres no ganan suficiente dinero.
Los salarios en el sector del té son muy bajos. De manera que si no atacamos también este tema, las niñas seguirán siendo vulnerables. Es el empoderamiento económico de los padres lo que protegerá a las niñas en este caso.
Y este es un caso -y sé que quizás no pueda replicarse en el sector informal rural- en el que no podemos permitir que también el sector comercial se lave las manos.
En el sector comercial también es difícil obtener datos estadísticos, pero hay informes que apuntan a que uno de cada cinco niños trabaja en plantaciones comerciales.
De manera que necesitamos considerar las responsabilidades de las compañías y asegurarnos de que en este tipo de programas se relacione la vulnerabilidad de las niñas con la vulnerabilidad económica de los padres.
Creo que hay dos temas clave: atacar el trabajo infantil en la agricultura tiene que ser un objetivo central, y hay que asegurarse de que su abordaje tenga un componente de género muy fuerte. Debemos garantizar que las niñas tengan acceso a la educación.
Los desafíos de la educación para las zonas rurales también son enormes. La necesidad de contar con maestros de calidad, de asegurarse que los docentes tengan realmente los recursos, los salarios y todo lo que precisen para trabajar en el campo.
Creo que la educación debe atenderse, por ejemplo, como con el programa de Global March* en Uganda. Los niños mismos deben hablar de su educación y tiene que haber una tradición de programas de comidas escolares en las escuelas rurales.
Por último, quiero hacer hincapié en la experiencia que tuvimos sobre acoso sexual. Porque, como encontramos que es un problema endémico en todos los sectores de plantaciones, hemos empezado a atacarlo en el sector bananero, por ejemplo, y ahora estamos dirigiendo la atención a las compañías, a pensar cómo podemos hacer para que se comprometan a dar término a este problema en su cadena de suministro.
Creo que el otro mensaje clave que debemos dar es que como forma de proteger a las niñas tiene que haber también cero tolerancia frente al acoso sexual. Y este tiene que ser un mensaje que les llegue a las comunidades, a las aldeas.
Tenemos que asegurarnos que haya un programa claro para atacar el problema del trabajo infantil en la agricultura y que ese programa tenga un componente de género, para que las niñas en la agricultura estén protegidas.
*Global March es una red mundial de sindicatos, maestros y organizaciones de la sociedad civil que trabaja en conjunto para alcanzar los objetivos de desarrollo comunes de eliminación y prevención de todas las formas de trabajo infantil, la esclavitud y la trata de personas y garantizar el acceso de todos niños a la educación pública gratuita, significativa y de buena calidad.