-Cuéntame un poco de tu vida.
-Acostumbro decir que mi vida ha sido bien emocionante, de la magnitud de mi hiperactividad. Mi activismo social no se reduce al colectivo LGBT. También trabajo bastante en derechos humanos.
En mi vida hay una presencia muy fuerte de mi comunidad, una de las más estigmatizadas, Maralinda, al norte de Salvador. Formo parte de esa pirámide de discriminación.
Desde muy joven aprendí sobre mis derechos y los de mis prójimos. Mi transexualidad no me impidió, aunque sí me frenó en algunos aspectos, obtener ciertas conquistas naturales.
Hubo un proyecto que me ayudó mucho en mi juventud, “Onda Joven”, un proyecto de teatro promovido por el Servicio Social de Industrias (Sesi). Allí desarrollé una tarea como multiplicadora de la comunidad afro.
En esa época ya discutíamos sobre la diversidad, la identidad de género, el respeto al medio ambiente y los recursos naturales y eso me marcó positivamente para la tarea que inicié después.
Debo reconocer que en mi trayectoria conté con personas que me apoyaron para que a pesar de ser trans, negra y de una comunidad marginada, pudiera salir adelante.
Siempre desde la óptica del respeto, pude alcanzar desde muy joven, cosas que otras mujeres trans no pudieron, en este arte que es el transformismo, como por ejemplo el acceso al trabajo vinculado a los proyectos del gobierno.
He logrado el reconocimiento de mi identidad de género, de mi labor en la lucha por los derechos del colectivo LGBT y de los derechos humanos en general.
Eso me permitió desarrollar proyectos de inclusión laboral para jóvenes con el respaldo de más de 70 empresas privadas y me siento muy respetada.
-El grupo de jóvenes que coordinaste, ¿era mixto o se trataba de chicos y chicas LGBT?
-Se trataba de un grupo mixto y la coordinación la hice siendo Paulette.
Fue una experiencia diferente porque antes estuve más bien aislada. No me alineaba a lo que estaba establecido para nuestro grupo, la prostitución en primer lugar, que pude evitar.
Luego tuve acceso a estudios terciarios y también al empleo en un sector donde no es común la inclusión de personas trans: me convertí en la primera consejera trans de derechos humanos del estado de Bahía y la primera gestora pública en trabajar con la agenda de derechos del colectivo LGBT para siete municipios.
-¿Crees que Brasil evolucionó en términos de políticas públicas dirigidas al colectivo LGBT?
-Mucho, sobre todo en lo que refiere a las personas trans. Se trata de políticas relativamente nuevas pues datan de 2004. A partir de ese año este grupo salió parcialmente de la invisibilidad.
Ya en 2008, con la celebración de la Conferencia Nacional LGBT, se llegó a una visibilidad más intensa y comenzamos a organizarnos como colectivo militante.
A partir de entonces trabajamos de manera coordinada en los diferentes estados.
En 13 años logramos avanzar bastante sobre todo en el debate de los temas que nos involucran como grupo, como la categorización de las diversas fobias: transfobia, lesbofobia, homofobia, y a partir de allí construir políticas públicas específicas para esa población más vulnerable.
Actualmente se está debatiendo este tema en espacios institucionales como las escuelas públicas, algo muy importante porque son la base para que se pueda transmitir conocimiento.
-Cuando ahora se insiste en que ser gay es una enfermedad…
-(Sonrisas). Sí, terrible. En setiembre pasado un diputado de la bancada evangélica propuso la denominada “cura gay”, que autoriza a los psicólogos a “tratar” la homosexualidad como una patología.
Este absurdo forma parte de las estrategias de los oportunistas políticos patrocinados por los medios masivos y por intereses individuales. Nuestro movimiento debe tener también sus propias estrategias y entender que hay políticos que viven de este tipo de polémicas electoreras.
Allí es que queda clara la carencia de políticas públicas efectivas y lo enormemente enraizada que está en nuestra sociedad la discriminación.
A pesar de la fama de país acogedor que tenemos, Brasil es sexista, LGBTfóbico, racista, clasista.
Vivimos en una suerte de camuflaje de país diverso pero que en su base social es tremendamente conservador y prejuicioso.
-¿Por qué crees entonces que el movimiento LGBT tuvo un éxito tan meteórico?
-Porque el movimiento entendió que había que trazar un camino de unidad coordinada.
El trabajo que se realizó en alianza con otras organizaciones sociales propició la creación y concreción de nuevas políticas, tanto que el propio símbolo de nuestro colectivo, la bandera arcoíris, representa a un grupo de personas que reivindica mejor calidad de vida, equidad de derechos y sobre todo un retorno social.
-¿Dentro del movimiento hay signos de segmentación?
-Lamentablemente también en nuestro movimiento vemos reproductores de violencia. Es triste pensar que siendo el grupo emblema de la equidad reproducimos la discriminación, la invisibilización de otros seres humanos. Es como avanzar y luego volver al punto de partida.
Las políticas públicas dirigidas al colectivo LGBT no son aplicadas con equidad dentro de este grupo: con relación a temas raciales o religiosos persiste la metadiscriminación.
Hay ciertas políticas que abarcan a la población LGBT blanca y dejan de lado a los negros y negras; o alcanzan a lesbianas blancas y delgadas pero no a las negras y gordas.
Hay un concepto que me gustaría plantear acá: la idea del pos humanismo.
Debatir y construir para la diversidad y no para el individualismo, ese es el movimiento pos humano, porque la esencia del ser humano es estar con otros humanos. Aunque queramos estar solos es antropológicamente imposible, siempre necesitamos a alguien más.
-Brasil registra un índice altísimo de muertes violentas contra el colectivo LGBT, se dice que el más alto del mundo. ¿Cuál crees que es el trasfondo de estas estadísticas?
-No estoy segura que Brasil sea el primero en este triste ranquin porque hemos logrado gestar un movimiento muy grande, algo que no se logra en Rusia o en la mayoría de países africanos o algunos europeos, por ejemplo.
No veo en otros países que se organice una movida de la diversidad como la que se hace en São Paulo (parada da diversidade).
Con relación a las muertes violentas, gran cantidad se dan por LGBTfobia. Para muchos somos cuerpos despreciables, esos cuerpos que si se matan le haces un favor a la sociedad.
Igualmente creo que esta violencia está más controlada porque se ha gestado un movimiento que la repudia, sobre todo en las redes sociales. Se ha vuelto más visible y eso ayuda a combatirla.
-¿Puedes destacar dos políticas públicas que hayan incidido positivamente en la comunidad LGBT?
-El matrimonio igualitario fue uno de los grandes avances porque con él logramos dinamitar la tradicional familia brasileña que está muy vinculada a cierto sector político ultra conservador, y el otro fue que las personas trans puedan usar su nombre social.
-Cuéntame alguna experiencia de tu vida como trans que creas fundamental.
-Creo que el curso para trans y travestis fue algo que se salió de lo estereotipado, me hubiese gustado documentarlo.
Promover desde la red un curso de auxiliar administrativo cuyo requisito excluyente era que fueras transexual o travesti generó una movida en un sector de la población que tiene muy bajo acceso a cursos educativos de calidad.
Garantizar una beca alimentaria en paralelo, y ver que las muchachas egresaban con ese aire de dignidad, que estaba ahí certificado en su diploma, es algo que llevaré siempre conmigo y es lo que me hace creer y continuar con este trabajo día a día.
La mayoría de las estudiantes egresadas están hoy insertas en el mercado laboral, o en universidades y esto es un motivo de orgullo.
-¿Por qué elegiste estudiar derecho para ser fiscal?
-Creo que tantas llamadas denunciando casos de odio hacia los LGBT me hicieron relacionarme con el costado legal del asunto, y fui tomando gusto por la defensa del colectivo desde la praxis.
-Es muy interesante que solo menciones experiencias positivas.
-Sí, porque no me da para ponerme en víctima, pues he sido afortunada en varios aspectos. Tengo una familia que me contiene y acepta.
Hay que poner el foco en qué cosas queremos cambiar y cuáles son posibles cambiar.
El derecho al reconocimiento de nuestra identidad de género a la hora de atendernos en instituciones públicas o privadas es fundamental. Formamos parte de esta sociedad y somos contribuyentes, y como tales exigimos que haya un retorno por lo que aportamos.
Cuando me siento cansada recuerdo una frase maravillosa que me dijo un chico gay cuando yo me quejaba de mi agotamiento: “tu cansancio es nuestro descanso”. Ahí entendí cabalmente la magnitud de mi responsabilidad.
Hoy podemos hablar, gritar, besar, abrazar a nuestros seres queridos siendo quienes somos y eso no es poca cosa, se ha dado una transformación social positiva que fue fruto de mucho trabajo y de mucha lucha previa.
-¿Quieres agregar algo?
-Creo que es importante que comprendamos nuestro papel como seres humanos, que podamos salir de nuestra zona de confort para combatir la discriminación, para luchar por los que la sufren.
Como trans yo tuve que salir de mi zona de confort, nunca permití que mi transexualidad me impidiera cumplir con mi destino, con mi vida.
El modelo ahora es el de la diversidad y necesitamos despojarnos de la vanidad individual para juntos construir una sociedad mejor, más justa e igualitaria.