MINERÍA

“En esta orilla del mundo, lo que no es presa es baldío…”

La degeneración y degradación de la minería a cielo abierto
“En esta orilla del mundo, lo que no es presa es baldío…”
 
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En mayo de 2012 el 26º Congreso de la UITA aprobó una resolución en la cual denuncia y rechaza la minería a cielo abierto por, entre otras cosas, considerarla lesiva para la soberanía nacional y la soberanía alimentaria de los países afectados. La actuación de la transnacional Drummond en Colombia es emblemática de un modelo en el cual unos pocos ganan mucho y otros muchos pierden todo.
Colombia posee grandes reservas de carbón, una de las mayores en Latinoamérica, y ocupa el quinto lugar en el mundo como exportador del mineral, siendo Europa y Estados Unidos sus principales clientes. El dinero que produce este recurso natural, entre otras transnacionales, se lo lleva la Drummond. La suciedad y la contaminación quedan en Colombia.
 
La explotación de carbón en Colombia no ha dejado de crecer. En 1977 se producían 3,5 millones de toneladas al año, y en 2013 se llegó a más de 80 millones de toneladas. Se trata de un carbón muy codiciado por su bajo contenido de azufre y alto valor calorífico.
 
Drummond, cuya casa matriz está en Alabama, Estados Unidos, es la segunda mayor empresa carbonífera en Colombia, produciendo 25 millones de toneladas de carbón por año en sus minas a cielo abierto, “a costa de transformar -en complicidad con el Estado- un rico departamento agropecuario en un desierto en construcción”, como afirma Álvaro Pardo, especialista en derecho minero-energético.
 
El superávit para Drummond y
la superbasura para Colombia
 
Esta compañía tiene un triste historial en Colombia, donde además del lastre contaminante, los impactos sociales y ambientales, también han sido sistemáticamente denunciadas por las organizaciones sindicales las pésimas condiciones de trabajo, la persecución antisindical, la violación de la legislación laboral y los bajos salarios.
 
El pasado año Drummond tuvo nuevamente gran visibilidad mediática cuando el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible le impuso una multa de 3,5 millones de dólares, la más alta sanción ambiental aplicada hasta la fecha.
 
Desde 2008 a 2011 se registró el hundimiento de nueve barcazas con 600 toneladas de carbón cada una, pero el 13 de enero de 2013 otra barcaza con unas tres mil toneladas produjo un importante derrame en las playas de Santa Marta, muy cerca de donde la transnacional tiene su propio puerto.
 
El polvillo negro invadiéndolo todo
 
En aquella oportunidad el alcalde de Ciénaga, Luis Tete Samper, comentaba: “El problema de la contaminación no empezó ahora por este vertimiento de carbón al mar, sino desde que estos puertos (carboníferos) están funcionando en nuestro territorio.
 
Cuando las grúas que cargan los buques alzan carbón, éste siempre está cayendo al mar, y vamos a tener mucho carbón en el lecho marino mientras el traslado del mineral se haga mediante barcazas», señaló.
 
El Alcalde, además, enfatizaba en la dimensión de la contaminación del polvillo de carbón, que “no solo afecta al mar y a las playas, que están negras, sino también a los cultivos de productos básicos y la salud de los residentes de las zonas aledañas a los puertos que padecen enfermedades respiratorias”.
 
Expertos de la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag) y del Instituto de Investigaciones Marinas (Invermar), sostienen que una película de polvo negro queda suspendida en la superficie y debilita el proceso de fotosíntesis con efectos negativos para la flora y la fauna.
 
Alvaro Pardo, en su reciente artículo “Drummond, un desastre ambiental, económico y social”, agrega que “Al proceso de desertización lo acompañan las corridas del río Calenturitas, la desaparición de arroyos y de grandes superficies de vocación agrícola y pecuaria, y las oleadas de polvillo de carbón que azotan la salud de niños y ancianos”.
 
También se quejan los hoteleros, quienes informan que las sábanas, los manteles y la ropa de los huéspedes se percuden, y que las playas están cada día más negras.
 
El cínico hollín de la Drummond
 
El expresidente de Drummond, Augusto Jiménez, mientras mueren los ríos y se envenena el mar, y la gente es cada día más pobre y se enferma más, se espanta porque la «minería se está marchitando» y critica abiertamente las “trabas” de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, denuncia a los indígenas que “no dejan trabajar” y a las ONG ambientalistas que le generan un “mal ambiente al sector”.
 
Como bien canta Jorge Drexler, “En esta orilla del mundo, lo que no es presa es baldío”. Y habría que agregar: y lo que es presa, tarde o temprano se transformará en baldío en manos de estos nuevos piratas del tamaño de la Drummond y el señor Jiménez.