Tregua en Gaza
Diecisiete meses y decenas de miles de muertos después de iniciado el genocidio de la población palestina fue alcanzado por fin un acuerdo de cese al fuego que bien podría haber sido implementado mucho antes.
Daniel Gatti
21 | 1 | 2025
Foto: Daniel García
El domingo 20 entró en vigor una tregua en el infierno gazatí que no puede más que alegrar a cualquier ser humano más o menos sensato.
Las imágenes de palestinos intentando regresar a las tierras de las que han sido desplazados, fundamentalmente en el norte de Gaza, conmueven, lo mismo que la llegada de los primeros convoyes con asistencia humanitaria a una población que ha sido, además de sistemáticamente bombardeada, hambreada, otra de las variedades del genocidio.
Se dice que esta tregua sería más duradera que algunos alto al fuego anteriores, fundamentalmente por la presión que estaría ejerciendo sobre el gobierno israelí su principal aliado, Estados Unidos.
Bajo la flamante administración de Donald Trump, Washington estaría interesado en bajarle intensidad a las guerras en las que su país participa de una u otra manera y las gestiones de sus enviados habrían sido decisivas para lograr esta pausa.
El acuerdo alcanzado la semana pasada es básicamente el mismo que Israel había rechazado meses, apoyado en la práctica en ese rechazo por un gobierno estadounidense jugado en todo el planeta a una política belicista. La estrategia de Trump, tan imperial como la de su predecesor Joe Biden, pasaría hoy por otras líneas.
No hay certeza alguna, sin embargo, de que no se esté ante una mera pausa, no solo porque así lo ha dicho el propio primer ministro israelí Benjamín Netanyahu sino por las certezas que le dieron tanto Trump como Biden de que lo seguirían apoyando en su campaña de exterminio si en algún momento él considerara que los palestinos hubieran violado el alto al fuego.
Está también la historia: ya han sido muchos los acuerdos de alto al fuego en esta zona del planeta que terminaron siendo, tarde o temprano, letra muerta.
Y está lo fundamental: que mientras en el fondo nada cambie, es decir, mientras no cesen los planes expansionistas de Israel y mientras no se dé marcha atrás en la colonización de tierras palestinas y no comience a ser desarmado el sistema de apartheid montado en Cisjordania, cualquier pacto de este tipo tendrá patas cortas.
No hay señal alguna de que Israel vaya a ir por ese camino, con o sin Netanyahu a su frente, ni tampoco de que la llamada “comunidad internacional” esté dispuesta a obligarla a emprenderlo.
El proyecto colonial israelí lleva largas décadas aplicándose, con el apoyo explícito o implícito de las principales potencias occidentales. Y nada permite pensar que esté tecleando.