En 1949 el escritor, ensayista y periodista inglés George Orwell publicó su novela “1984”. En ella había imaginado un mundo futuro gobernado por un totalitarismo corporativo y burocrático, un mundo sin derechos más que el de trabajar a cambio de una alimentación frugal que, hacia el fin de la obra, el protagonista descubre que no es otra cosa que los cadáveres humanos reciclados en forma de raciones.
Esta historia fue lo primero que me vino a la memoria al enterarme de la distópica propuesta de João Doria, alcalde de São Paulo, Brasil, quien anunció en conferencia de prensa y flanqueado por su staff, el inicio de la entrega a los niños de las escuelas municipales de lo que él llamó sin vergüenza “alimento bendito”, “comida de astronautas” y “milagro para los pobres”.
Desde hace un par de años Brasil expone sin pudor su “lado oscuro”, su rostro más abyecto, prescindiendo de cualquier apariencia otorgada por lo “políticamente correcto”.
Ya no hay necesidad de disimular. La plutocracia ha ocupado todos los espacios de poder necesarios para sostenerse en él; ha consolidado una metodología delincuencial que refleja el fondo del pensamiento y el alma de su oligarquía.
La coordinación de bandas criminales, o mafia, que gobierna Brasil actualmente se ha liberado de ataduras y maquillajes, y como en una bacanal romana convoca y alienta todos los excesos. La plutocracia brasileña cree en su antiética.
Por eso se permite soñar despierta con la privatización de la Amazonia, la erradicación de sus pueblos originarios, y aprobar la tolerancia del trabajo esclavo, la reducción de las pasividades, la eliminación de los programas sociales, la autorización de bases estadounidenses y cualquier otro desmán político, económico, cultural o ambiental. Es su momento de depredar, y lo están aprovechando.
Es en este marco, y durante la sanción de una ley municipal “para la erradicación del hambre”, que el alcalde Doria presentó al público esta “ración para pobres” producida por una empresa llamada Plataforma Sinergia a partir –afirman– de alimentos al borde de su caducidad bromatológica.
“Similar a un cereal, el ‘producto bendito’ es un alimento completo. A partir de este mes comienza su distribución gradual a las personas que tienen hambre«, expresó Doria.
Días antes ya habían trascendido a la prensa algunas imágenes del “producto bendito” en las cuales se apreciaba su forma de “bolitas”, similares a las de los alimentos caninos. En las redes sociales fueron rápidamente bautizadas como “comida de perro” y “ración humana”.
El alcalde de São Paulo y su entorno prefieren llamarlo “farinata”, argumentando que con ella puede producirse pastas, masas, galletas, etc.
Antes de que las propias autoridades municipales que tienen la responsabilidad de velar por la calidad nutricional de la alimentación que se brinda en las escuelas se hubiesen pronunciado sobre la conveniencia o necesidad de administrar el “suplemento alimentario”, Doria ya decidió y anunció que en los próximos días comenzará su distribución en las escuelas a las que asisten “niños pobres”.
La polémica se instaló inmediatamente. Algunos como el nutricionista Daniel Bandoni, investigador en la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP), comparan el producto con una “ración sin sabor” y advierten que “se descontextualiza totalmente el acto de comer, que no es solamente introducir nutrientes en la boca, masticar y tragar, sino que es necesario que se involucren los sentidos; es también una práctica cultural”, contextualizan.
La portavoz del Consejo Regional de Nutrición, Vivian Zollar, consideró que la utilización de este tipo de alimento exige una amplia discusión, incluso con la sociedad: “Cuando le ofrecemos un granulado a personas con menos recursos estamos ampliando una situación de desigualdad social”, afirmó.
El cardenal de São Paulo, Odilo Scherer (bendito señor), que apoya la iniciativa de Doria, se escandalizó por los comentarios críticos: “Me ofendo cuando se dice que esto es alimento para perros, comparándolo con la ración canina y que sería dado como desprecio a los pobres. Desprecio sería negar la comida”, dijo sin que le temblara la cruz, una en la cual seguramente Cristo ya no estaba.
En los medios se cita a “especialistas” aduciendo que el granulado “Es una forma de agregar alimentos y proveer nutrientes para aquellos que tienen poco acceso o viven en situación de hambre”. Y agregan: “Desechar alimentos mientras hay personas con hambre no tiene sentido”, sin preguntarse qué sentido tiene que haya personas con hambre…
Según datos de 2013 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas, en el estado de São Paulo había entonces 1,5 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria. En Brasil, la cifra ascendía a 7,2 millones. Hoy esos números deben ser mucho mayores.
La edila Samia Bomfim, por su parte, señaló que “Es curioso que Doria presente este alimento después de haber reducido la ayuda a las cantinas escolares para ‘combatir la obesidad’, y eliminado los insumos provenientes de la agricultura orgánica y familiar de las cocinas escolares”.
Pero en realidad el comportamiento de Doria no es curioso como adjetiva la edila, es totalmente coherente, porque más allá de si la “ración” parece “comida de perro”, más allá de la forma, la apariencia o la cosmética, la política de Doria y de la plutocracia brasileña hacia los pobres, los indígenas, las mujeres, los trabajadores y trabajadoras, los ancianos y todos quienes no sean ellos
mismos es una sola: la que habilita el expolio, el despojo, la humillación, la iniquidad, la negación de la más mínima dignidad.
La plutocracia brasileña no sólo ha corrompido al país, no sólo se ha apropiado de sus recursos naturales, de sus finanzas, de su Estado, sino que además, ingresando en el territorio de la perversión filosófica, pretende instalar su antiética como norma esencial en la sociedad.
Es por eso que Doria convoca una conferencia de prensa y exhibe su “farinata para pobres”, porque es su manera de concebir la sociedad, las relaciones de clase y el mundo en general. Y eso le gusta.