El proyecto dio inicio en 2019 cuando se colocó la piedra fundamental en el Espacio Julia Arévalo, luego que fuera otorgado a través de concurso a un grupo de arquitectos.

Sin embargo, en la gestación y proceso participaron varios colectivos: por supuesto, ex presas políticas de distintas partes del país. La idea y desarrollo contó con el auspicio de la Junta Departamental de Montevideo; la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanización; la Sociedad de Arquitectos del Uruguay y la Universidad de la República.

La estructura cuenta con 20 pilares, 19 representando a cada departamento del país y el número 20 para representar la lucha de las mujeres.

Sara Méndez encuentra su nombre y el de otras muchas compañeras. Se quiebra, se emociona (nos emocionamos) y se funde en un largo abrazo con otras mujeres. Sara, luego del golpe de Estado se exilió en Argentina. Allí nació su primer hijo, Simón Riquelo, que nació el 22 de junio de 1976. “Días después Sara Méndez fue secuestrada y trasladada al centro clandestino Automotores Orletti, donde la torturaron durante 15 días².”

Al igual que en las Marchas del Silencio que año a año convocan a más gente, durante la inauguración se generó un silencio cómplice, cargado de respeto, invitando a reflexionar.

“A mí me dijeron: ‘Nosotros no te pudimos matar en los cuarteles vamos a enloquecerte o que mueras dentro de la cárcel’”, dijo Nélida «Chela» Fontora.

Nélida estuvo detenida en cinco cuarteles diferentes y comentó en el acto cómo le costó exteriorizar lo vivido. Lo que padecieron estas mujeres todavía genera un dolor muy profundo, por los hijos, los padres y aquellos que aún no se han encontrado.

Nélida se crió entre los cañavalales en Bella Unión, en la región más al norte y pobre de Uruguay. Cortadora de caña y referente histórica de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA).

Analfabeta aprendió a leer en la cárcel. Otras compañeras presas fueron sus maestras.

En esa mañana fría esas mujeres gritan: Terrorismo de Estado, Nunca Más.

Fotos: Daniel García