Mundo | SOCIEDAD | TRABAJO

Con Ricardo Antunes

“Si no enfrentamos al capital, en el futuro estaremos todos uberizados”

Estamos en un momento clave de la historia, con un capitalismo en crisis estructural, que día a día se revela más letal, más decadente, pero en el que no divisamos en el horizonte una alternativa, dijo a La Rel el sociólogo brasileño Ricardo Antunes, entrevistado en el marco de la XVI Conferencia Regional de la UITA.

Daniel Gatti

30 | 05 | 2023


Imagen: Allan McDonald

La exposición que brindó Antunes el 9 de mayo fue uno de los puntos altos de la conferencia que tuvo lugar en Sao Paulo.

“Esta no es como las otras crisis estructurales del capitalismo, la del 29 por ejemplo. La actual está poniendo directamente en riesgo a la humanidad, llevándonos a las puertas de una guerra nuclear y arrasando con el planeta a una escala sin precedentes”, dijo el investigador, que es actualmente profesor de Sociología en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad Estadual de Campinas.

En ese marco global, Antunes se refirió en particular a las transformaciones que está sufriendo el mundo del trabajo y sus consecuencias para quienes pretenden representar a los sectores asalariados.

Estamos en una fase de fabuloso desarrollo tecnológico y al mismo tiempo de acentuación del desempleo, de la precarización, de aumento de la contradicción entre trabajo calificado y trabajo precario”, dijo.

La expansión de las plataformas digitales, que se acentuó durante y a partir del Covid 19, es una de las características de este “capitalismo pandémico” controlado por las grandes corporaciones financiarizadas.

“No es que esté desapareciendo el trabajo, como lo pronosticaron erróneamente grandes teóricos como Toni Negri, Jurgen Habermas, André Gorz y tantos otros”, piensa el investigador brasileño.

Lo que se está dando, desde bastante antes de la pandemia, “es la reducción del trabajo vivo mediante el reemplazo de actividades tradicionales por otras automatizadas, robotizadas. El trabajo vivo está siendo expulsado hacia las periferias” de las plantas digitalmente más avanzadas y hacia las periferias del mundo.

El espejismo del fin del trabajo

“La apariencia del fin del trabajo en el norte del planeta esconde la expansión del trabajo precarizado en el sur. Este celular que tengo en mis manos −dijo Antunes a La Rel− no existiría sin un paso inicial: la extracción mineral en África, Asia, América Latina. Hasta su última pieza se fabrica en el Sur”.

Hoy “el sistema solo puede crecer destruyendo, y destruye básicamente en el Sur”, insistió, y citó como un ejemplo los 12 millones de desempleados y los 40 millones de trabajadores precarios que existen en Brasil.

Uberización rampante

Este “capitalismo de plataformas”, que funciona en base al modelo de Uber, “debe producir cada vez más, y en su lógica eso equivale a destruir más”.

Un encare mínimamente humanista debería llevarnos a pensar que en un mundo donde el desarrollo tecnológico permite que cada vez más tareas que antes realizaban los seres humanos ahora las realicen las máquinas se reparta el tiempo de trabajo para que todos podamos vivir.

Pero eso no entra en lo más mínimo en la mentalidad de la era del capitalismo de las grandes corporaciones, donde el trabajo se ha uniformizado bajo la égida de unas plataformas que están en todos lados (también en la industria, la agroindustria y los servicios) y que son depredadoras”.

En la era de la uberización, el trabajo está cada vez más divorciado del acceso y el ejercicio de derechos.

El capitalismo de plataformas funciona suprimiendo los contratos laborales. Un contrato genera derechos y hoy los empresarios apuntan a la flexibilización, a la individualización de las relaciones laborales”, destaca Antunes.

Es eso o el desempleo.

Nubes oscuras nos impiden ver

Y funciona también con sus propias ficciones, que generan su propio lenguaje.

En el mundo uberizado a los trabajadores se los presenta como “socios” o como “prestadores de servicios”, se habla de emprendedurismo, se fomenta el teletrabajo, el contacto por Zoom, en el sistema educativo se potencia la educación a distancia…

Conviviendo con la expansión de la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la industria 4.0, “hay en marcha laboratorios de experimentación del trabajo a gran escala” en los que el trabajador es el cobayo, la explotación es cada vez más la regla y la precariedad es presentada como una ventaja para los mismos que la padecen, señala Antunes.

En realidad, si hay alguien que sale ganancioso de esta nueva ecuación claramente es el capital: ¿qué mejor para los empresarios que unas relaciones laborales individualizadas, a distancia, con jornadas de trabajo que puedan estirarse como chicles, sin las molestias que plantean los sindicatos y los sindicalistas al carecerse a menudo de espacios físicos colectivos?

Si el capitalismo como tal es un infierno para el trabajador, el capitalismo de plataforma, forma 4.0 del neoliberalismo, lo es más aún porque consagra la precariedad, del trabajo y de la propia existencia.

Si no enfrentamos al capital, en el futuro estaremos todos uberizados”, piensa el sociólogo.


Ricardo Antunes | Foto: Nelson Godoy
Repensar el trabajo

En una perspectiva emancipadora, un punto clave es precisamente repensar el trabajo.

¿Qué nos mostró la pandemia? Que la humanidad tiene que fomentar el trabajo para generar bienes socialmente útiles, con menos horas de trabajo diario, y dejar de apuntar al trabajo orientado a la creación de riqueza, de plusvalía”.

Quienes mostraron su valía entonces fueron los trabajadores y las trabajadoras de la salud, quienes se ocupan de los cuidados, los deliverys, quienes nos proveyeron de alimentos aun a riesgo de sus vidas. Se demostró igualmente la importancia de que los bienes comunes estén bajo control público, y no privado.

“Y respiramos mejor. No por la pandemia en sí, sino porque no circularon coches privados. El transporte público quedó en valor”.

Una propuesta emancipadora debe integrar todas esas dimensiones, que chocan necesariamente “con el sistema del metabolismo social del capital”, cuestionan la esencia misma de un capitalismo “cada vez más deshumanizado y depredador”, dice Antunes.

Qué problema con las utopías

Sin embargo, no están surgiendo planteos de ese tipo.

“¿Por qué no podemos imaginar una sociedad sin propiedad privada, sin lucro, sin dinero?”, se pregunta Antunes. “¿Es una utopía? Sí, claro, pero llega un momento en que los sistemas caen. El feudalismo duró diez siglos. Los señores feudales, la nobleza, el estado absolutista, ¿imaginaban que habría una revolución radical burguesa que los derribaría? No. Ahora se trata de pensar otra revolución radical verdaderamente liberadora”.

La pandemia llegó en un momento en el que en el mundo había “una agitación social muy interesante que en cierta manera cuestionaba al sistema. Podría haber nacido algo distinto de allí. Hoy, sin embargo, es la derecha más radical la que está marcando el rumbo con una violencia extrema, y la izquierda está claramente a la defensiva”.

Se da la paradoja que quien aparece hoy como antisistema es la extrema derecha populista, y que la izquierda solo atina a defender lo que queda del viejo estado de bienestar, sin poder realmente hacerlo, y es incapaz de imaginar un horizonte de superación del capitalismo.

Esperanzas

Antunes tiene la esperanza de que una alternativa nazca de las periferias, de los movimientos feministas, de los inmigrantes, de los negros, de los indígenas, de los precarizados, del ecologismo.

Ve también un resurgimiento del sindicalismo de clase en Inglaterra y planteos innovadores en las movilizaciones sociales que han tenido lugar en Francia.

La clave está en que los planteos que surjan vayan al fondo de las cosas sean radicalmente anticapitalistas, dice.

Piensa el investigador brasileño que hay que aprender de las mujeres. “Tienen más valentía en relación al capital. Pero hay también un feminismo fácilmente integrable al universo burgués”, al igual que hay –por ejemplo en Brasil− un “emprendedurismo negro que nada cambia el fondo de las cosas”.

“Hay que ser conscientes igualmente de que en América Latina las burguesías no aceptan el más mínimo reformismo”, asevera.

Si Rosa Luxemburgo reviviera, afirmó el brasileño, ya no diría que la disyuntiva es entre socialismo y barbarie, porque en la barbarie ya estamos. “Diría que es entre socialismo y fin de la humanidad”.