Nicolás Redondo (1927-2023)
“Escribir sobre la historia reciente de España no será posible sin mencionar la figura de Nicolás Redondo”, apunta Manuel Simón, un compañero muy querido por la Rel UITA, en esta nota de homenaje a quien fuera un referente del sindicalismo ibérico, fallecido a los 95 años a comienzos de 2023.
Manuel Simón
28 | 02 | 2023
Nicolás Redondo | Foto: portada ondacero.es
Conocí a Nicolás en 1966, en mi primer viaje clandestino a España, vía San Sebastián y Bilbao, una de nuestras puertas de entrada al país. Yo era un joven de 24 años, con ocho de afiliación a la UGT.
En 1971, en el Congreso de la UGT en Toulouse me incorporé a su dirección en el exilo, coincidiendo con Nico, que la lideraba desde la clandestinidad.
En el Congreso de 1976 celebrado en Madrid Nico me sugirió acompañarle en la Ejecutiva de la UGT para hacerme cargo del área internacional.
Diez años después decidí no presentarme a la reelección en y asumí al frente de la Oficina de la OIT en Madrid.
Nicolás Redondo, junto a compañeros como Ramón Rubial y Eduardo López Albizu, “Lalo”, ha sido uno de los eslabones más fuertes y resistentes de la cadena que nos ha mantenido unidos al concepto de memoria histórica.
Nacido en Baracaldo, Vizcaya, en 1927, padeció la brutalidad del levantamiento militar franquista y, como “niño de la guerra”, fue evacuado a Francia, donde permaneció desde 1937 a 1940.
Ingresó muy joven a las Juventudes Socialistas, y luego, cuando empezó a trabajar, a la UGT, y después al PSOE, siguiendo el ejemplo de su padre, muy respetado y querido en la familia socialista de la margen izquierda del rio Nervión.
Nicolás fue desde el primer momento un activista infatigable en la clandestinidad, sufriendo por ello arrestos, largos periodos de cárcel y el destierro.
A finales de la década de 1960 se convirtió en un militante y dirigente indispensable en todo lo que conllevó el proceso de rejuvenecimiento y adecuación de las organizaciones, tanto del exilio como del interior, donde se desarrollaba precisamente la lucha por la recuperación de la libertad y la democracia.
Las tensiones y discrepancias que se iban dando se empezaron a superar, en primer lugar, en el XI congreso de la UGT en 1971, y un año después, en el XII congreso del PSOE, celebrados ambos en Toulouse.
En esas dos instancias se eligieron comisiones ejecutivas compartidas y compuestas por dirigentes procedentes del exilio y del interior de España.
Así, se fue abriendo y consolidando la vía para devolver definitivamente las direcciones de las organizaciones socialistas ubicadas en el exilio a España, es decir, a la clandestinidad.
Aquel proceso era inevitable y necesario, pero fue también muy doloroso, al levarse a cabo en un contexto de política internacional muy complejo.
El proceso de renovación y adaptación de nuestras organizaciones a las nuevas realidades sociales, económicas y culturales fue más traumático en el PSOE, que no pudo evitar una escisión en el congreso de 1972.
La Internacional Socialista, tras dos largos años de reflexiones y consultas, reconoció, en marzo de 1974, al PSOE que había celebrado estatuariamente su congreso en 1972 en Toulouse.
En ese mismo 1974 el PSOE realizó su XIII Congreso en la Suresnes, municipio de la región parisina.
Nicolás rechazó entonces propuestas insistentes de importantes delegaciones para que presentara su candidatura al puesto de secretario general del partido.
Lo cierto es que ya tenía decidido a quién iba a proponer para ese puesto: Felipe González.
En abril de 1976 se celebró el XXX congreso de la UGT en el restaurante Biarritz de Madrid, bajo el lema “A la unidad sindical por la libertad”. Las centrales sindicales todavía eran ilegales.
Resultó muy emocionante ver por primera vez a militantes ugetistas del exilio participar en un congreso de la UGT en España después de la muerte del dictador.
Se podría decir que este congreso puso el punto final a la renovación de la central sindical socialista. En dicho marco se ratificó el liderazgo de Redondo como secretario general de la UGT.
Lo recuerdo como un evento histórico y memorable por muchas razones.
En primer lugar, significó de hecho el inicio de lo que se llamó la transición sindical y supuso un enorme y difícil desafío.
También se aprobaron resoluciones que fueron referentes obligados en la lucha por la recuperación de la libertad sindical y la democracia.
Y finalmente, me atrevo a decir que, en ese congreso, en el que participaron más de 650 delegados de la UGT, así como 94 delegados de organizaciones fraternales internacionales, se sentaron las bases del modelo sindical que acabó con el sindicalismo vertical imperante en el país.
Todo aquel proceso de adaptación a las nuevas realidades españolas, que se prolongó durante más de una década, daría sus frutos tiempo después, cuando la UGT llegó a ser la primera central sindical de España.
El PSOE, por su parte ganó en 1982 unas elecciones legislativas con una mayoría absoluta aplastante.
Una vez legalizadas las centrales sindicales Nicolás participó en acontecimientos muy relevantes. Entre otras cosas, se trasladaron los restos de Largo Caballero de París a Madrid y se logró convocar un Congreso de unificación con la USO, en el que se fusionaron las dos expresiones genuinas del sindicalismo socialista español.
También participó muy activamente en la aprobación de la Constitución, del Estatuto de los Trabajadores y de la Ley Orgánica de Libertad Sindical.
Esas contribuciones de la UGT fueron determinantes para la consolidación del proceso democrático español.
En aquellos años decisivos Nicolás fue igualmente diputado del PSOE por Vizcaya, entre 1977 y 1986.
Bajo su conducción la UGT consolidó su presencia en el ámbito sindical internacional.
Especialmente importante fue que él fuera que el representante de los trabajadores de España en la Asamblea Anual de la OIT en 1977 (año de la legalización de las centrales sindicales democráticas).
Recordemos que Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, había participado en la fundación de la OIT en 1919 en Washington en representación de los trabajadores españoles.
Y que, ya anteriormente, en 1973, Nicolás, junto a Antonio García Duarte, también de UGT, había tenido un protagonismo importante en la creación de la Confederación Europea de Sindicatos (CES).
Redondo puso a toda la estructura de la central a disposición de las acciones solidarias en el ámbito internacional.
Siempre fue consciente de que, sin la solidaridad, jamás la UGT, ni el resto de la familia socialista, hubiera podido llevar a cabo una travesía del desierto que se había alargado más de 38 años.
En el 32 congreso de la central, en 1980 en Madrid, Nicolás apostó por la negociación colectiva y el diálogo social, a la par que se adecuaban las estructuras sectoriales del sindicato.
Más preparadas hasta entonces para la “contestación política” que para la acción sindical, había llegado la hora de “sindicalizar el sindicato”.
No olvidemos que toda acción sindical en contra del régimen de Franco se traducía inevitablemente en un acto político.
Dio comienzo, entonces, una década de acción sindical excepcional en España.
En concreto, se apostó por el saneamiento y la reforma de las estructuras económicas, la reconversión industrial y la lucha contra la inflación.
Nicolás y la Ejecutiva que lo acompañaba en ese congreso hicieron un llamamiento a la responsabilidad y moderación de los trabajadores, con la esperanza de poder recuperar más tarde el sacrificio realizado.
Sin embargo, eso no resultó exactamente así, por lo menos en la medida deseada por la UGT, lo que obligó al sindicato a intentar reducir el “déficit social” generado en la segunda mitad de la década de los 80 y a reivindicar la recuperación de lo que se consideraba como una “deuda social” con los trabajadores.
Nicolás fue comprobando que se instalaba un enfoque neoliberal en el gobierno del PSOE, que mantenía una permanente demanda de contención salarial, chocando con las reivindicaciones sindicales.
Se verificó la existencia de incumplimientos del Acuerdo Económico y Social (AES); el abuso de la contratación temporal; el desplome de la protección por desempleo. La Seguridad Social amenazaba a su vez con un recorte de las pensiones.
Si añadimos a ese balance la convocatoria del referéndum sobre la OTAN, en 1986, se podrían explicar buena parte de los motivos que nos llevaron a las graves confrontaciones sociales de aquellos años.
Redondo y Antón Saracibar renunciaron a sus escaños en octubre de 1987, poniendo en evidencia el desacuerdo entre la UGT y el gobierno Socialista.
A pesar de importantes diferencias con Comisiones Obreras, el clima social existente facilitó la unidad de acción entre las dos organizaciones e hizo posible la convocatoria de la huelga general del 14 de diciembre de 1988.
La huelga fue secundada masivamente por los trabajadores.
Pienso que el enfrentamiento entre el sindicato y el gobierno no se debió a las diferencias personales entre Felipe González y Nicolás Redondo, como algunos siguen afirmando.
Finalmente, en el 36 Congreso de la UGT celebrado en Madrid en 1984, Nicolás toma la decisión de jubilarse. Le sucedió Cándido Méndez.
Desde entonces, siguió defendiendo la “centralidad del trabajo” en una sociedad democrática; el “concepto de clase”, sin caer en la trampa de la diversidad; lo “público”, sobre todo en lo referente a la sanidad y a la educación; la unidad de acción y la autonomía de los sindicatos, así como la España de las autonomías dentro de la unidad del estado español.
Continuó manifestando su preocupación por la emancipación de los jóvenes, por la igualdad plena entre hombres y mujeres y por respetar las libertades individuales.
Todo ello ha quedado meridianamente evidenciado en la mayoría de sus escritos y declaraciones de estos últimos 20 años.
En los tiempos más recientes manifestaba su preocupación por el cambio climático y los graves problemas que supone para España y el resto del planeta.
Y siempre destacaba la necesidad de incrementar y consolidar la fuerza de la clase trabajadora para luchar más eficazmente contra la desigualdad, la pobreza y la exclusión social.
Nicolás ha sido un hombre coherente, comprometido y honesto, un luchador incansable y con una fuerte intuición de clase en defensa de la causa obrera y de las ideas socialistas.
Dando el ejemplo, exigía mucha entrega a los demás y consiguió hacer de la UGT un instrumento eficaz y plenamente representativo de los trabajadores.
Tuvo como referente sindical a Largo Caballero y a Indalecio Prieto en lo político y se decía “pablista”, en homenaje a lo que representaba Pablo Iglesias (1850-1925) para las organizaciones socialistas.
Siempre le dio muchísima importancia a la necesidad de potenciar la formación sindical y abrir las Casas del Pueblo al conjunto de la sociedad, con el propósito de fomentar tanto la participación como el debate y el espíritu crítico.
Decía que en las Casas del Pueblo se fomentaba el entusiasmo por la organización obrera, la militancia, la austeridad, la ética, la honradez y la solidaridad internacional.
Creo que escribir sobre la historia reciente de este país no será posible sin mencionar la figura de Nicolás Redondo.
Los actos que se están celebrando en su honor en toda España deben ser también una llamada de atención a las nuevas generaciones y a la clase política en general.
Y deben ayudar a recorrer, sin renunciar a la utopía, el camino emprendido la emancipación social y el establecimiento de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales bajo el amparo de la justicia social.
Foto: UGT
(Reproducción editada de una charla dada por el autor en Pozuelo de Alarcón, Madrid, el 6 de febrero de 2023)