La muerte de Hebe de Bonafini
Con una concentración en Plaza de Mayo cientos de personas despidieron el lunes 21 a Hebe de Bonafini, símbolo de aquellas “locas” que allá por 1977, en plena dictadura, comenzaron a desfilar −solitas ellas, con sus carteles y sus pañuelos blancos− por esa emblemática plaza porteña reclamando la aparición con vida de sus hijos e hijas desaparecidos y el castigo a los responsables de los horrores de aquellos años.
Daniel Gatti
24 | 11 | 2022
Jair Krischke y Hebe Bonafini | Foto: MJDH
“Somos el relevo de Hebe y de todas estas Madres que se nos están yendo”, dijeron integrantes de las agrupaciones de Hijos por la Identidad y la Justica, contra el Olvido y el Silencio (HIJOS).
Las cenizas de Bonafini, que murió el fin de semana pasado a sus 93 años, serán esparcidas en la misma plaza céntrica por la que tantas vueltas dio, todos los jueves desde abril de 1977.
“A ella, como a otras Madres de la asociación, la parieron sus hijos. Y encarnaba un alto nivel de fidelidad a lo que interpretaba como los valores de las generaciones jóvenes de los años 60 y 70. Fue tal vez la más política de las Madres. De ahí que la Asociación que ella presidía se consideraba más una organización social con voluntad transformadora que un grupo de derechos humanos”, dijo una militante de HIJOS el lunes 21.
El diario Página 12 recordó el origen profundamente popular de Bonafini y su orgullo por haber contribuido a que sus tres hijos pudieran estudiar. “Hebe soñaba con ser maestra. Quería ir al Normal, pero ni la madre ni el padre estuvieron de acuerdo. La mandaron a aprender corte y confección. Después, siguió con telar”.
Dos de sus hijos, Jorge y Raúl, fueron a la Universidad, en su ciudad de La Plata. Militantes del Partido Comunista Marxista-Leninista, ambos fueron secuestrados, en 1976 y 1977, así como la pareja de Jorge, un año después. Siguen desaparecidos.
Entre los múltiples homenajes que le rindieron por estos días figuró el del papa Francisco, con quien Bonafini mantuvo durante muchos años una relación tirante por los vínculos de la Iglesia argentina con la dictadura y el ambiguo papel que en aquel tiempo jugara quien por entonces era arzobispo de Buenos Aires.
“Supo transformar su vida, como ustedes, marcada por el dolor de sus hijos e hijas desparecidos, en una búsqueda incansable por la defensa de los derechos de los más marginados e invisibilizados”, escribió el papa en un mensaje que envió a la Asociación de Madres de Plaza de Mayo.
“El día que me muera no tienen que llorar”, dijo Bonafini en una entrevista rememorada por Página 12. “Tienen que bailar, cantar, hacer la fiesta en la Plaza porque hice lo que quise, dije lo que quise y peleé con todo”.