La defensa de los derechos laborales en un contexto de ofensiva del capital
Estamos asistiendo a un momento histórico en el cual el neoliberalismo potencia un proceso que Ricardo Antunes, reconocido sociólogo brasilero, denomina con razón “uberización del trabajo”.
Gerardo Iglesias
30 | 09 | 2022
Se trata de una fuerte tendencia del capitalismo desde hace 20 o 25 años, que se agudizó tras la crisis de 2008/2009, con un proceso doble en el que se consolidó la hegemonía del capital financiero en el sistema capitalista, y por otro lado una expansión tecnológica digital intensísima.
De más está decir que estos cambios no llegaron para beneficiar a toda la humanidad. La transformación política, económica y social a la que estamos asistiendo llegó para satisfacer exclusivamente a las élites dominantes y a las compañías transnacionales.
En el mundo − y en Brasil con desenfrenada fuerza− se impulsa la precarización de las condiciones de trabajo a límites donde el cuerpo se rebela, la salud se pierde y los accidentes laborales se transforman en una pandemia; se arremete contra los salarios a tal punto que, aun trabajando formalmente, es imposible salir de la pobreza.
Ese proceso va de la mano de una persecución sistemática a los sindicatos y a todo aquel individuo u organización (de derechos humanos, ambientalista, etc.), que pretenda poner freno a la maquinaria brutal del neoliberalismo.
El “Estado de Bienestar” es un difunto, lo único que interesa es el bienestar de las transnacionales y del capital financiero. El dogma dominante impone que el mundo se salva si salvamos al capital y lo dejamos actuar libre, a sus anchas. La ideología neoliberal imperante trata bien al capital y maltrata a todo lo demás.
A lo anterior debemos anexar la embestida que busca el debilitamiento del Estado como ente regulador.
La voz de mando impone “desregular”, y en este escenario aparece el presidente Jair Bolsonaro como su principal promotor, junto a la leal farándula neoliberal que permanece en el Congreso. La consigna es: garantizar los intereses del sector privado, dándoles absoluta prioridad por sobre el interés público.
Entre las transnacionales que más han engordado en el planeta está JBS, la mayor compañía transnacional productora de proteína animal.
Parafraseando a Jair Bolsonaro cuando manifestó “Brasil no puede parar por la pandemia”, JBS tampoco paró. Y no importó, ni le importa, ni le importará que sus trabajadores y trabajadoras estén en los frigoríficos amontonados como el ganado en los corrales, pues como fue dicho, lo único que interesa es el bienestar de los dividendos económicos.
Mientras sus exportaciones crecían de manera sostenida y su economía gozaba de buena salud, JBS se negaba férreamente durante la pandemia a entregar mascarillas y equipos de labor adecuados a sus trabajadores y trabajadoras.
La Rel UITA, la Contac y la Cnta, unificaron criterios y acciones en la defensa de la NR 36, cuando desde el gobierno de Bolsonaro y las principales compañías cárnicas impulsaron su exterminio.
En actual campaña electoral Jair Bolsonaro se jactó de haber terminado con la gran mayoría de las Normas Regulatorias de salud y condiciones de trabajo. No pudo con la NR 36.
Esta norma es el fruto de la construcción colectiva, de años de militancia sindical, de la articulación con universidades, científicos y la decidida participación del Ministerio Público de Trabajo (MPT), la Asociación Nacional de magistrados de la Justicia del Trabajo (Anamatra) y otras organizaciones similares y solidarias.
La NR 36 es patrimonio del movimiento obrero internacional, y en su nombre será defendida hoy y siempre.
Por ello el próximo domingo apoyamos el grito: ¡Jair Bolsonaro nunca más!