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Trabajo infantil transfronterizo

Los sindicatos, únicos garantes reales de la dignidad humana

En un contexto de creciente desigualdad, concentración de poder e impunidad de los violadores de derechos humanos, las empresas agroindustriales amenazan la vida de las futuras generaciones al aprovecharse del trabajo migrante de los menores.

Frank Ulloa

24 | 06 | 2022


Mural en San Telmo, Buenos Aires | Foto: Gerardo Iglesias

La migración infantil es una fuente importante de la que se nutren las empresas agroindustriales, pero este tema está oculto.

Niños y niñas costarricenses y nicaragüenses realizan trabajos vergonzantes. Sin embargo, ambos gobiernos callan.

No tenemos que caminar mucho en la zona fronteriza para demostrar esta afirmación.

Cientos de adolescentes se amontonan en camiones ganaderos rumbo a alguna finca a cortar caña o a realizar otras labores dentro de una total normalidad, aunque todos saben que se trata de migrantes nicaragüenses.

La caña de azúcar y las plantaciones piñeras de la frontera norte son puertas de entrada para el trabajo infantil en Costa Rica.

Jorge, que a sus 14 años ya maneja el machete con alguna destreza, vino con su tío a trabajar a una plantación cañera en Guanacaste.

Un intermediario de una de las empresas lo contrató y empezó a ganar un jornal. Jorge y su tío conviven en una pocilga alquilada y allí mismo cocinan, duermen y descansan para de madrugada salir a trabajar.

La farsa de la responsabilidad social empresarial

La informalidad y la falta de supervisión en estas grandes empresas favorecen la trata de personas, tanto de adultos como de niños, y casualmente las leyes que la prohíben jamás han sido aplicadas.

Nunca ninguna de estas empresas ha sido denunciada por los delitos de explotación laboral y trata de personas, salvo lo realizado en su momento por la Rel UITA en el Ingenio Taboga.

El Pacto Mundial de la ONU por la sostenibilidad corporativa, que buscaba acabar con el trabajo infantil para 2025, fue un rotundo fracaso

Como las compañías están vinculadas al poder político, se encuentran blindadas.

En la última década el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social siempre fue dirigido por un representante empresarial, como una ministra que por más de 16 años fue encargada de relaciones laborales de una bananera y ahora le corresponde regular a estas mismas empresas.

El pacto global de la ONU, que se comenzó a aplicar en el año 2000, es más bien un compromiso de auto regulación de las empresas, que solo deben elevar informes de que están cumpliendo con sus disposiciones, simples declaraciones sin valor práctico alguno.

Sin embargo, en la publicidad de las páginas empresariales aparecen menciones como la siguiente: “En esta empresa desarrollamos nuestra gestión de sostenibilidad considerando siempre los principios de Pacto Global de la Organización de las Naciones Unidas. Nuestras acciones están vinculadas a alcanzar las metas de los Objetivos del Desarrollo Sostenible”.

Los sindicatos deben denunciar estas prácticas legitimadoras del trabajo infantil así como la candidez de la ONU, que hace que las transnacionales, como hidras modernas, no paren de regenerarse.