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La producción melonera
Con Maria Anita

“Mucho trabajo, pocos derechos”

Anita fue una de las jóvenes asalariadas rurales que participó del taller de mujeres rurales realizado recientemente en Natal. Su relato enfatiza sobre las penosas condiciones de labor en el nordeste de Brasil, las que tantas veces hemos denunciado en la producción melonera en Honduras. El melón que llega a Estados Unidos y a Europa, inmaculado y brillante, lleva consigo la misma carga de sufrimiento.

Amalia Antúnez

30 | 05 | 2022


Foto: Gerarddo Iglesias

Anita llegó al encuentro por invitación de dirigentes de la Federación de Trabajadores y Asalariados Rurales de Rio Grande do Norte (FETARN) y nos contó un poco de su día a día como trabajadora de una empresa melonera en el municipio de Assú, a unos 200 km de distancia de Natal la capital del estado.

“Para llegar a mi trabajo tengo que levantarme a las 4 de la mañana. La empresa no ofrece transporte, así que voy en mi moto. Hago 63 kilómetros, ya llego cansada”, dice medio en broma, medio en serio.

Anita cuenta que su tarea es en el campo, en las plantaciones de melón, dando vuelta la fruta para que no haya marcas en la cáscara, que esté uniforme, todo del mismo color. Exigencias del mercado estadounidense y europeo para donde la fruta es exportada.

“Acá en el norte de Brasil las trabajadoras rurales que tenemos empleo, nos toca trabajar y trabajar pero tenemos muy pocos derechos”, lamenta.

Ella, como tantas otras, cobra apenas un salario mínimo mensual, 1.212 reales, equivalente a 256 dólares durante la zafra del melón.

De eso debo descontar el combustible y el mantenimiento de mi moto y también la comida, porque la empresa no nos ofrece la alimentación”, relata.

La empresa tampoco paga el tiempo que ella gasta en trasladarse desde su casa, lo que se llama horas in itinere, ajustándose a los cambios introducidos por la reforma laboral implementada en la administración del presidente Michel Temer en 2017.

No cuentan con seguro médico y hasta hace poco les tocaba comer fría la vianda que llevan de casa.

“Un día nos trajeron una especie de horno tipo estufa para poder calentar la comida, eso fue algo bueno”, destaca.

Anita hace mención de otro problema que configura un común denominador en la agroindustria de América Latina: los servicios sanitarios, que no son adecuados sobre todo para las mujeres que durante el período menstrual necesitan otras condiciones higiénicas.

“Tenemos baños químicos, pero nadie se ocupa de mantenerlos limpios, y las mujeres necesitamos un sanitario en buenas condiciones sobre todo cuando estamos con el período”.

El caso de Anita no es el único en la región nordeste de Brasil, y aunque parezca increíble, no llega a ser de los peores.

La escasez de empleo, en especial para las mujeres, hace que muchas veces las trabajadoras aguanten miserias sin quejarse demasiado y que las empresas se valgan de esa necesidad para imponer las reglas del juego.

“A veces una no sabe siquiera los derechos que tiene como trabajadora”, dice.

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