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Con Juan Carlos Albano
La dura vida de la zafralidad
Una escarcha blanquecina cubre los alrededores del local sindical. La grama cruje debajo de las suelas. Resbalar y volar por los aires es una posibilidad cierta, acechante. Ingreso a la casa, los compañeros están alrededor de un brasero improvisado. El frío se insubordinó en Salto.
Gerardo Iglesias
Foto: Gerardo Iglesias
Allí conozco a Juan Carlos Albano, que dice no sentir frío, cuando no hay cristiano en estos pagos que no se queje del invierno inclemente.
Tiene 48 años y unos cuantos de experiencia sindical. “Mis primeros años laborales fueron con mi padre y mi tío en empresas agropecuarias familiares y luego hice un paréntesis de 14 años reparando computadoras. Luego fui a Estados Unidos, país que recorrí de punta a punta hasta que me deportaron por cuestiones de papeles”.
A su regreso a Uruguay Albano trabajó en Cofuesa, la cooperativa surgida de la antigua refresquera Urreta, muy popular en el norte del país, que terminó cerrando.
“Allí dio inicio mi recorrido por el mundo sindical. Llegué a la vicepresidencia del PIT-CNT de Salto. Conocí a la dirigencia de la Federación de la Bebida (Foeb), que la considero mi casa, y a Fernando Ferreira y a Pablo Soria, mis hermanos. Como también a los compañeros del Sindicato de Coca Cola, muy solidarios con nuestra lucha en Cofuesa, y que en el paro general convocado por nuestra central el 15 de setiembre nos dieron una mano bárbara para poder ir a Montevideo”, subraya emocionado el ahora secretario general departamental de la Unión de Trabajadores Rurales y Agroindustriales de Uruguay (Utrau), electo el 23 de julio último.
Según datos de la Universidad de la República (Udelar), en Salto se registra un 25 o 30 por ciento más de desempleo que a nivel nacional, y la pandemia del Covid 19 llegó para acelerar la pobreza y la desocupación.
Estima la Udelar que en la capital departamental hay 12 mil personas debajo de la línea de pobreza (11 por ciento del total) y más de 40 por ciento son menores de 12 años.
En este departamento la zafralidad se ha estructurado como la principal forma de supervivencia durante el ciclo anual de trabajo, que registra dilatados tiempos de ausencia de labor y genera excesiva incertidumbre y angustia a miles de trabajadores y trabajadoras.
En este sentido Albano anota: “Salto es uno de los departamentos del Uruguay con índice más alto de desocupación. Las sucesivas crisis financieras y el proceso continuo de desindustrialización provocaron el cierre de importantes fuentes de empleo permanente, por ello el trabajo zafral se impone a los trabajadores y trabajadoras de esta región”.
En un momento se pensó que la producción de arándanos podía aliviar la situación, pero se trató de un proyecto fallido.
Para colmo, en el citrus −prosigue Albano− los períodos de cosecha se han acortado porque las principales variedades maduran todas más o menos en la misma época. Ya no se plantan variedades tempranas y tardías.
Hoy se exporta mandarinas sin semillas para Estados Unidos, y si bien es cierto que esta variedad emplea a más gente, también genera menos jornales de cosecha, cuyo cómputo total luego no alcanza para acceder a los subsidios que maneja el Banco de Previsión Social.
“Este es el gran problema: termina la zafra y la gente se queda sin trabajo, sin subsidios, sin nada. Una situación angustiante, delicada, a la cual se le debe respuesta por parte del gobierno y las autoridades del Ministerio de Trabajo”, subraya el dirigente.
En Salto suelen decir que Dios está en todos lados, pero atiende en Montevideo.
“Son una ponchada de kilómetros, casi 500, pero no hay otra, en la capital es donde tenemos que ir para ser escuchados. Allá fuimos hace unas semanas para reunirnos con ministros, diputados y senadores”.
“La verdad, evaluamos lejana la posibilidad de que nos vuelvan a otorgar el subsidio especial”, dice Albano.
“Por esa razón solicitamos reunión con el ministro de Trabajo Pablo Mieres, a quien presentamos un proyecto que promueve una mesa de trabajo para encontrar una herramienta alternativa que evite que tengamos que salir a pedir nuevamente que nos den un seguro de paro especial, como se le ha llamado. Es importante trabajar desde ahora en ese tema para no pasar las zozobras de siempre.”
Albano se queda pensativo, distante, preocupado. La cosecha citrícola está en su límite. Desde abril hasta fines de setiembre se trabaja a pleno y se logran mayores ingresos, en contraposición con otros ciclos anuales.
Al recorrer las quintas hace un tiempo, una compañera gritó desde lo alto de un árbol atiborrado de naranjas: “Si hubiera producción todo el año, nuestras vidas serían diferentes”. La gente quiere trabajar. No encuentra dónde.
El frío sigue intenso, pero no mayor que la angustia que provoca la falta de oportunidades.