Augusto César Sandino tenía 17 años cuando se inició la ocupación de Nicaragua por tropas estadounidenses. Cinco años después, con apenas 22, fue él quien se puso al frente, con 29 hombres y 40 rifles, de la resistencia al invasor.
Eran jóvenes también en su inmensa mayoría los guerrilleros que ingresaron a Managua en la ofensiva final del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1979. Se trató de la revolución más joven. Todos éramos jóvenes en esos años y supimos identificarnos con aquella revuelta social donde el pueblo fue albañil y arquitecto de la construcción de una Nicaragua libre y democrática.
De aquella obra ni los escombros quedan.
Hoy, en la sede de la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua se encuentra el Museo de la Memoria contra la Impunidad “Ama y No Olvida”, que honra a las víctimas de la feroz, sangrienta y repugnante represión que en 2018 acabó con la vida y los sueños de cientos de jóvenes.
Allí están sus fotografías. Están las máscaras de Junior Gaitán, mártir de Masaya, de 15 años. Las gorras de Jhonson «Tony» Merlo, estudiante de 24 años. La chaqueta de chef de Alejandro Carlos Ochoa, que tenía 18 años cuando lo asesinaron. La sotana roja de Sandor Dolmus, de 15 años. La gorra y los lentes de José Manuel Narváez Campos (Chemita), de 22 años.
Allí están los tenis, patinetas, gomeras. En el recinto pasean familiares de los jóvenes caídos que en silencio preguntan por qué y se niegan a obedecer al miedo.
En Managua, Gerardo Iglesias
Fotos: Gerardo Iglesias