Imposible recordar cuántas veces nos encontramos en las calles de Tegucigalpa o en el salón de nuestra afiliada el STIBYS, durante los días aciagos del golpe, y después, cuando los herederos del crimen perseguían al pueblo en resistencia.
Nos mirábamos, nos reconocíamos, nos sonreíamos y nos abrazábamos.
Cuántas veces te pregunté:
−¿Cómo está abuela? ¿Siempre al frente?
−¡Siempre, compañero! Gracias por acompañarnos nuevamente», me decías apretándome el brazo y mirándome fijo a los ojos.
Indomable mujer, corazón de luchadora, abuela Yolanda, con Dionisia la pareja de abuelas de la Resistencia. Lo diste todo y el pueblo hondureño te lo agradece infinitamente.
Estés donde estés te mandamos el más grande abrazo.
¡Que la tierra te sea leve, compañera Yolanda!