El 28 de octubre del año pasado, Jaime Rodríguez fue secuestrado por desconocidos mientras esperaba abordar una unidad de transporte público en Tegucigalpa. Fue el inicio de un calvario que duró más de 24 horas.
“Eran casi las 8 de la noche cuando se acercaron dos personas armadas. Una de ellas me golpeó en la cabeza con el arma y me subió a un vehículo.
Me llevaron a una casa, me vendaron los ojos, me quitaron todas mis pertenencias y me amarraron a una silla.
-Siempre andás armando cagadales. ¡Ahora te vamos a enseñar cómo se arman cagadales de verdad!
Luego comenzaron a golpearme y a decirme que me iban a matar”, recordó el dirigente magisterial.
Rodríguez, quien ha participado activamente en la resistencia contra el golpe del 2009 y en las luchas sociales de esta última década, dijo que sus verdugos le echaron agua helada durante toda la noche para mantenerlo despierto.
“Ya casi amaneciendo llegaron otras dos personas. Me levantaron, me amarraron las manos por detrás y me llevaron a la orilla del río Choluteca.
Sólo sentí que me cortaban la garganta y que comenzaba a salir la sangre a chorro. Esperaron que me desangrara y me tiraron al río”, dijo con los ojos humedecidos.
Trató de mantenerse a flote, reventó el mecate que inmovilizaba sus manos y alcanzó la ribera del río. Se ocultó entre la maleza esperando que oscureciera nuevamente.
Luego se desmayó.
Jaime Rodríguez tuvo suerte y no murió. Horas más tarde, unas personas lo encontraron y fue llevado al hospital donde le aplicaron 22 puntadas.
Una malformación de la yugular le salvó la vida porque la navaja no logró alcanzarla y cortarla. La cirujana que hizo el trabajo de reconstrucción confirmó que el intento era degollarlo.
“Esto no fue algo casual, ni es un crimen común. Tampoco vino de la criminalidad organizada. Fue un operativo que movilizó un equipo de seguimiento, logística, armas.
El único que tiene ese tipo de logística es el Estado, y es el Estado que ejerce violencia contra el pueblo a través de sus cuerpos de seguridad”, aseguró Rodríguez.
El dirigente magisterial lamentó que esta situación lo está obligando a abandonar el país, al tiempo que agradeció al Cofadeh por todo el apoyo recibido.
“Mi familia es la que más ha sufrido por esta situación. Tuvimos que cambiar nuestros hábitos y a mí ahora me toca ir a respirar otros aires. Esto es lo que más duele.
Es algo temporal porque no pienso abandonar el país para siempre. No renuncio a la lucha, ni quiero que se calle mi voz”, aseguró.
“Volveré a la lucha para que haya un cambio verdadero en el país y se termine esta dictadura”, concluyó.