El senador, referente de la Rel UITA en el fomento y defensa de la soberanía alimentaria, dejó constancia de su preocupación en momentos donde es imprescindible proteger a la agroindustria de caña y los miles de empleos que dependen de ella.
“Durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos se demostró que ese era un mal acuerdo que no debía firmarse”, remarca Robledo.
“Mientras Colombia se comprometía a eliminar sus aranceles, su principal mecanismo de protección del agro, Estados Unidos nunca desmontaría los subsidios internos (de más de 100 mil millones de dólares anuales), respaldos que le permiten vender por debajo de sus costos de producción tanto en el mercado interno como en los de exportación”.
En su nota al ministro, Robledo destaca que “las importaciones de etanol norteamericano subsidiado no solo están afectando a las destilerías de etanol colombiano. También han provocado una crisis de precios a lo largo de toda la cadena del cultivo de la caña azucarera y de la caña panelera.
El azúcar y la panela en Colombia están ligados en su desarrollo. Lo que sucede en el cultivo de caña de azúcar siempre afecta a la caña panelera y a las más de 350 mil familias que la cultivan y transforman en panela en 20 mil trapiches”.
En 2016 el senador señalaba: “no es exagerado afirmar que el sector agropecuario puede reducirse hasta la insignificancia –y ello está sucediendo– o incluso desaparecer, reemplazado por las importaciones amparadas por los TLC”.
En la misma dirección Jorge Robledo subraya ahora en la misiva: “después de siete años de TLC, Colombia se convirtió en el principal comprador de productos agropecuarios norteamericanos en Sudamérica”.
“En toneladas, las importaciones de maíz subieron en 2.256 por ciento, en carne de res 885, en carne de cerdo 466, lácteos 335, y arroz en 54 por ciento. Y aún no culmina el proceso de desgravación.
En el caso del etanol, el importado desde Estados Unidos ya representa 30 por ciento del consumo nacional, producto que ingresa al país a un precio inferior entre un 20 y un 30 por ciento al de su costo de producción”.
En 2015 el senador se dirigía a la Revista Semana sobre la defensa del azúcar y la panela: es equivocado afirmar “que queremos destruir la producción empresarial porque buscamos el mejor nivel de vida del pueblo, como que estamos contra la gente porque defendemos la producción empresarial”.
Porque todo progreso social ̶ asevera Robledo ̶ depende de la cantidad de riqueza que pueda crearse y porque en las quiebras sufren los empresarios y los obreros, a quienes incluso les va peor porque terminan en la economía del rebusque.
No sobra agregar que una mayor capacidad de compra ciudadana amplía el mercado de toda producción industrial y agropecuaria”, señalaba, vaticinando la crisis que hoy golpea furibunda a toda la nación.
Por estas razones, en el mensaje al ministro del último martes recalca que “para sancionar a Estados Unidos por recurrir a prácticas comerciales ilegales, el gobierno de Colombia debe elevarle el arancel al etanol norteamericano”.
Al término de la comunicación señala con su énfasis característico: “la caña panelera y la azucarera son el segundo cultivo más importante de la agricultura nacional, después del café.
De estos dos cultivos derivan su sustento más de dos millones de colombianos y colombianas, en 558 de los 1.120 municipios del país donde se cultivan ̶ y están amenazadas- 400 mil hectáreas de tierras productivas.
Está plenamente justificado que Colombia le imponga al etanol norteamericano una medida compensatoria equivalente, como mínimo, de un arancel del 22,6 por ciento, como lo han pedido los productores colombianos afectados”.
El gobierno del presidente Iván Duque, en particular el Ministerio de Comercio, “tiene el deber de proteger al empleo y a la producción empresarial y campesina de la caña”, concluye Robledo.
El TLC decreta la prescripción de la soberanía de Colombia y la defensa de su producción, al tiempo que impone la sumisión abyecta a los intereses de Estados Unidos.
¡Así de grosero, así de simple!
En Bogotá, Gerardo Iglesias