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Adiós a la Constitución pinochetista

Un comienzo

En un histórico plebiscito, el pueblo chileno decidió por una gigantesca mayoría acabar con la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet e iniciar un proceso para redactar una nueva que durará alrededor de dos años.
Foto: Gerardo Iglesias

El “Apruebo” a la reforma constitucional y la elección del método de la convocatoria a una Asamblea Constituyente lograron el apoyo, en votaciones por separado, de alrededor del 80 por ciento del electorado.

La decisión –sorpresiva, por la magnitud del pronunciamiento- se inscribe en la línea de las protestas sociales que se iniciaron hace una década con la rebelión de jóvenes estudiantes y siguieron en los años siguientes, fundamentalmente a partir del 18 de octubre de 2019, cuando centenares de miles de personas salieron a las calles para poner fin de una vez por todas a la democracia tutelada surgida tras la caída de Pinochet hace unos 30 años.

La céntrica Plaza Italia de Santiago —rebautizada como “Plaza de la Dignidad” por la rebelión iniciada el año pasado, que la tomó como epicentro — se colmó de gente en la noche del domingo para festejar la victoria.

Pero se trata apenas del comienzo de un proceso que será largo y duro, según reconocieron dirigentes sociales y analistas independientes chilenos, conscientes de la debilidad que tienen en el país las organizaciones sindicales, sociales y políticas favorables a un cambio radical.

Lo que hay que modificar es mucho: Chile es uno de los países más desiguales del mundo y su condición durante décadas de laboratorio a escala planetaria de un neoliberalismo abierto y desnudo ha dejado profundas huellas en su sociedad.