Argentina | ELECCIONES | ESPERANZA

¡Mileicito, Mileicito, qué boca tan grande tienes!

Carlos Amorín

23 | 10 | 2023


Foto: Gerardo Iglesias

La reciente primera vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina ha confirmado una regla de hierro: es un país imprevisible. Allí, en ese territorio de realismo mágico, seguramente está creciendo el próximo Gabriel García Márquez.

Es el que tiene la mayor cantidad de premios Nobel de América Latina, un nivel de excelencia académica reconocido internacionalmente, un país rico, inmensamente rico, con un pueblo terriblemente empobrecido, uno de los mayores índices de sindicalización del continente, cuna de mitos eternos como Juan Domingo Perón y Evita, Ernesto Che Guevara, René Favaloro, Jorge Luis Borges, Mercedes Sosa, Charly García, Diego Armando Maradona, Lionel Messi, el papa Francisco y, por si fuera poco, el bife de chorizo.

Y como toda regla tiene su excepción, apareció Javier Milei, el hombre con “la lengua más rápida del oeste”, que habló, insultó, descalificó, amenazó, prometió, mintió, gritó, gritó y gritó en nombre de “la libertad”, pero con una motosierra gigante en las manos con la que pretende talar todo lo que −según él− le sobra al Estado, a la sociedad, al Dios Mercado.

Y allá van los derechos, los laborales, los humanos, los sociales, los de género, los ambientales, los étnicos y culturales, barranca abajo en la talada. Le dicen “nueva derecha”, pero en mi barrio se le conoce desde hace mucho como “neoliberalismo”, y también como “neofascismo”.

En esta primera vuelta hubo una clara mayoría. Dolida, sin duda, golpeada, diezmada, ciertamente cansada, al borde de la desesperanza, pero aún en estas condiciones esa mayoría rescató la dignidad histórica de su experiencia política y social, escuchó la voz que viene de abajo, de las tripas, de la intuición alerta y certera, de la conciencia de clase que se lleva en la sangre, y esa mayoría rechazó las pantomimas y fuegos de artificio que ocultan el basurero que se propone imponer Milei.

Ni todo está ganado, ni todo está perdido. Y si en la segunda vuelta se confirma este resultado, sonará la hora en la que los dirigentes políticos argentinos callen, escuchen, escuchen nuevamente, y aprendan de su pueblo.